Hasta la prensa “destituyente” dedicó sus titulares a la “mejora de las expectativas sobre el país” (La Nación, 6/6). Mientras tanto, Néstor Kirchner promete desde las tribunas seguir hasta 2015, sin que nadie lo contradiga demasiado. ¿Cuáles son las bases sociales de este “repunte” oficial?
Inflación y despojo
La euforia kirchnerista se reforzó con la noticia de un superávit de las cuentas fiscales en mayo, después de varios meses en “rojo”. ¿Cómo se revirtió el resultado? Más de la mitad del aumento en la recaudación proviene de la inflación, que habría superado el 30% durante el último año. Como los aumentos salariales a los estatales y los gastos sociales sólo alcanzaron la mitad de ese porcentaje, el Tesoro se embolsó la diferencia. Pero la confiscación del salario, ligada a la carestía, abarca a todos los trabajadores. Los impuestos al consumo crecen con la inflación, que ha doblegado también a los salarios privados. Esta apropiación de recursos fiscales a costa del salario alcanzaría, en 2010, los 8.000 millones de dólares, o sea el 13% de la masa salarial anual de la Argentina. De todos modos, la estimación no toma en cuenta la apropiación de recursos de la Anses, a la que el Estado nacional ya “empapeló” con 30.000 millones de dólares en bonos. Para sostener esa hipoteca, así como la financiación (barata) a los capitalistas, la Anses mantiene al 75% de los jubilados con un haber mínimo que no cubre la mitad de la canasta de pobreza.
En la tribuna, la presidenta suele castigar a los gobiernos europeos por las “políticas de ajuste”, pero se vale de la inflación para someter a la clase obrera argentina a una confiscación similar en beneficio de la “burguesía nacional” y de los banqueros.
Desde el norte
Con estos números, se entienden los elogios al gobierno por parte del ex presidente Bill Clinton, un vocero oficioso de Obama. Invitado por los empresarios “K”, Clinton calificó de “injustas” las visiones de las calificadoras de riesgo sobre Argentina –atendiendo seguramente a los esfuerzos oficiales por pagar la deuda. Frente a los reclamos de la UIA por la escalada obrera por el salario, que partió de las huelgas y piquetes de las plantas cordobesas, los Kirchner acaban de hacerle un aporte fundamental a los empresarios. Junto a la burocracia de UPCN, le impusieron a los estatales un 21% de aumento, muy por debajo de la actual agenda de reclamos obreros. En la misma línea se movió el kirchnerista Moyano respecto de los camioneros. De inmediato, la Unión Industrial saludó la “moderación” oficial para con los estatales y frenó, por ahora, los fragotes contra los K. Según informa la prensa, una reunión patronal convocada para debatir pronunciamientos críticos contra el gobierno terminó en un fracaso. “Nadie está con ánimo de pelearse con el gobierno (...)”, en vista de que “algunas empresas están haciendo excelentes negocios” y con “la certeza de que la oposición no está en condiciones de enfrentarse a los Kirchner” (Ambito, 8/6). Aludían, entre otros negocios, a la prolongación de los contratos petroleros en el sur y al desarrollo del biodiesel en el NOA, donde los subsidios estatales le asegurarán una colocación rentable a la producción de caña de Ledesma y Seabord. Si a ello se suman los créditos baratos a costa de la Anses o el Banco Central, a la clase capitalista no le restan motivos para encontrar “señales favorables”.
Precariedad
Pero la alegría oficial por el aumento de la recaudación tenía otros destinatarios. Los Kirchner esperan mejorar el resultado del canje de la deuda en default, que apenas superó el 50% de adhesión de los usureros a pesar de haberles garantizado beneficios del 100%. En medio de la hecatombe europea y de la caída de los títulos argentinos, también quedó comprometida la posibilidad de acceder a nuevos préstamos después del canje. Así, el gobierno se ha cargado nuevos vencimientos de deuda –los del canje– sin contar con recursos adicionales para bancarlos. Si los Kirchner quieren “volver a los mercados”, incluso para refinanciar los próximos vencimientos de deuda, sólo podrían hacerlo a tasas usurarias.
El crédito de los capitalistas hacia el gobierno –forjado a costa de una inmensa transferencia de riqueza social contra los trabajadores– es, en estas condiciones, provisorio. Lo demuestra la persistente fuga de capitales, que los Kirchner quieren frenar con reglamentaciones a la compra de dólares. La inflación local, que engordó la caja del Estado y la de los capitalistas, comienza a entrar en abierto choque con las tendencias devaluatorias del euro y el real, que exponen a la burguesía argentina a la competencia internacional. El reclamo de una devaluación –que comienza a ganar terreno– plantea, otra vez, un resarcimiento de los capitalistas a costa de una desvalorización del salario. Para eso, las patronales esperan comprometer a Kirchner y Moyano para “evitar que se reabran las paritarias” (Cronista, 7/6). Como se ve, el futuro del matrimonio oficial está condicionado a su capacidad de timonear la crisis a cuenta de los capitalistas. Pero en vistas del agravamiento de la crisis, éstos le exigen a los Kirchner nuevas y mayores definiciones políticas. En las vísperas del canje, el gobierno le dio la luz verde a la Justicia contra la asamblea de Gualeguaychú.
La inoperancia opositora deviene, en última instancia, de que carece de una orientación social diferente a quienes gobiernan. Pero esa orientación empuja, inevitablemente, a luchas cada vez más agudas y a crisis políticas.
La clase obrera ingresa en esta etapa reforzada por la fuerte reacción desarrollada contra el despojo al salario, que se expresa en los más importantes gremios industriales. Como ocurre en todo el mundo, también en Argentina las próximas páginas de la crisis mundial tendrán a los trabajadores como protagonistas.
Inflación y despojo
La euforia kirchnerista se reforzó con la noticia de un superávit de las cuentas fiscales en mayo, después de varios meses en “rojo”. ¿Cómo se revirtió el resultado? Más de la mitad del aumento en la recaudación proviene de la inflación, que habría superado el 30% durante el último año. Como los aumentos salariales a los estatales y los gastos sociales sólo alcanzaron la mitad de ese porcentaje, el Tesoro se embolsó la diferencia. Pero la confiscación del salario, ligada a la carestía, abarca a todos los trabajadores. Los impuestos al consumo crecen con la inflación, que ha doblegado también a los salarios privados. Esta apropiación de recursos fiscales a costa del salario alcanzaría, en 2010, los 8.000 millones de dólares, o sea el 13% de la masa salarial anual de la Argentina. De todos modos, la estimación no toma en cuenta la apropiación de recursos de la Anses, a la que el Estado nacional ya “empapeló” con 30.000 millones de dólares en bonos. Para sostener esa hipoteca, así como la financiación (barata) a los capitalistas, la Anses mantiene al 75% de los jubilados con un haber mínimo que no cubre la mitad de la canasta de pobreza.
En la tribuna, la presidenta suele castigar a los gobiernos europeos por las “políticas de ajuste”, pero se vale de la inflación para someter a la clase obrera argentina a una confiscación similar en beneficio de la “burguesía nacional” y de los banqueros.
Desde el norte
Con estos números, se entienden los elogios al gobierno por parte del ex presidente Bill Clinton, un vocero oficioso de Obama. Invitado por los empresarios “K”, Clinton calificó de “injustas” las visiones de las calificadoras de riesgo sobre Argentina –atendiendo seguramente a los esfuerzos oficiales por pagar la deuda. Frente a los reclamos de la UIA por la escalada obrera por el salario, que partió de las huelgas y piquetes de las plantas cordobesas, los Kirchner acaban de hacerle un aporte fundamental a los empresarios. Junto a la burocracia de UPCN, le impusieron a los estatales un 21% de aumento, muy por debajo de la actual agenda de reclamos obreros. En la misma línea se movió el kirchnerista Moyano respecto de los camioneros. De inmediato, la Unión Industrial saludó la “moderación” oficial para con los estatales y frenó, por ahora, los fragotes contra los K. Según informa la prensa, una reunión patronal convocada para debatir pronunciamientos críticos contra el gobierno terminó en un fracaso. “Nadie está con ánimo de pelearse con el gobierno (...)”, en vista de que “algunas empresas están haciendo excelentes negocios” y con “la certeza de que la oposición no está en condiciones de enfrentarse a los Kirchner” (Ambito, 8/6). Aludían, entre otros negocios, a la prolongación de los contratos petroleros en el sur y al desarrollo del biodiesel en el NOA, donde los subsidios estatales le asegurarán una colocación rentable a la producción de caña de Ledesma y Seabord. Si a ello se suman los créditos baratos a costa de la Anses o el Banco Central, a la clase capitalista no le restan motivos para encontrar “señales favorables”.
Precariedad
Pero la alegría oficial por el aumento de la recaudación tenía otros destinatarios. Los Kirchner esperan mejorar el resultado del canje de la deuda en default, que apenas superó el 50% de adhesión de los usureros a pesar de haberles garantizado beneficios del 100%. En medio de la hecatombe europea y de la caída de los títulos argentinos, también quedó comprometida la posibilidad de acceder a nuevos préstamos después del canje. Así, el gobierno se ha cargado nuevos vencimientos de deuda –los del canje– sin contar con recursos adicionales para bancarlos. Si los Kirchner quieren “volver a los mercados”, incluso para refinanciar los próximos vencimientos de deuda, sólo podrían hacerlo a tasas usurarias.
El crédito de los capitalistas hacia el gobierno –forjado a costa de una inmensa transferencia de riqueza social contra los trabajadores– es, en estas condiciones, provisorio. Lo demuestra la persistente fuga de capitales, que los Kirchner quieren frenar con reglamentaciones a la compra de dólares. La inflación local, que engordó la caja del Estado y la de los capitalistas, comienza a entrar en abierto choque con las tendencias devaluatorias del euro y el real, que exponen a la burguesía argentina a la competencia internacional. El reclamo de una devaluación –que comienza a ganar terreno– plantea, otra vez, un resarcimiento de los capitalistas a costa de una desvalorización del salario. Para eso, las patronales esperan comprometer a Kirchner y Moyano para “evitar que se reabran las paritarias” (Cronista, 7/6). Como se ve, el futuro del matrimonio oficial está condicionado a su capacidad de timonear la crisis a cuenta de los capitalistas. Pero en vistas del agravamiento de la crisis, éstos le exigen a los Kirchner nuevas y mayores definiciones políticas. En las vísperas del canje, el gobierno le dio la luz verde a la Justicia contra la asamblea de Gualeguaychú.
La inoperancia opositora deviene, en última instancia, de que carece de una orientación social diferente a quienes gobiernan. Pero esa orientación empuja, inevitablemente, a luchas cada vez más agudas y a crisis políticas.
La clase obrera ingresa en esta etapa reforzada por la fuerte reacción desarrollada contra el despojo al salario, que se expresa en los más importantes gremios industriales. Como ocurre en todo el mundo, también en Argentina las próximas páginas de la crisis mundial tendrán a los trabajadores como protagonistas.
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