El kirchnerismo ha explicitado que para "colgar" la lista del partido de Sabbatella con la fórmula presidencial va a proponer una alianza entre el PJ bonaerense y Nuevo Encuentro, para presidente y diputados nacionales. En ese caso, el sabbatellismo debería participar de la interna "abierta y obligatoria" de la alianza para esos cargos, preservando la postulación de Sabbatella a gobernador en oposición a Scioli. Así, Sabbatella renunciaría a postular una lista propia de diputados nacionales para participar de una interna que, como es previsible, perderá. Sabbatella ha conseguido que Moyano apoye su colectora nacional, pero a cambio de ello aceptaría meter a moyanistas en su lista provincial. Hasta aquí, el negocio de Sabbatella sería igual a cero o peor; esto, porque además de recibir un escaso número de votos para la provincia, no podría aspirar más que a colar a algún diputado nacional en la lista que resulte de su alianza con el pejotismo.
La trampa de todo esto reside en que se pretende que la lista de la alianza nacional vaya pegada a las boletas provinciales, sea del PJ-FpV, por un lado, como de Nuevo Encuentro, por el otro, y no como una lista única de la alianza. Presentar a la alianza en dos listas separadas, una que encabeza a los candidatos provinciales del PJ y la otra a la cabeza de los de NE serviría para arrastrar votos para CFK a la lista de Sabbatella, lo cual inflaría su representación en la provincia. Pero el ensamble de listas nacionales con las provinciales que pretende Sabbatella está prohibido por la ley electoral; Nuevo Encuentro y el PJ-FpV deberían ir en boletas separadas para los cargos provinciales. No es, repetimos, a lo que Sabbatella aspira: quiere que la candidatura de la Presidenta y de los diputados nacionales vaya pegada a su lema provincial, como también iría con el lema de los pejotistas. Pero esto sería un fraude legal y político. En este caso, porque pondría a los candidatos provinciales bajo la protección de una alianza de dos bloques que, en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, actúan en abierta rivalidad. El derecho que reclama Sabbatella para candidatear a CFK en forma independiente del pejotismo requiere, primero, la derogación de la ley de reforma política y del sistema de internas abiertas. Todo este galimatías expone la crisis definitiva del peronismo y la completa falta de principios (y también el impasse) del sabbatellismo, porque convierte a la Presidenta en un árbitro entre unos y otros; o sea, en un compromiso entre pejotistas e ‘izquierdistas': un cambalache político. Sabbatella, que votó contra la reforma política, sabe muy bien que esa ley le quita el derecho a votar por CFK en una lista independiente y con un programa propio. Sin embargo, ello no le impide apoyar al gobierno que sancionó esa reforma, precisamente, para salvar al "viejo pejotismo" ¡que él dice combatir! Pero para saltar el impedimento legal propone, entonces, violarlo: hacer una alianza con el PJ que se presente, a pesar de ser una alianza, en forma separada, es decir, paralela. Esta "ingeniería electoral" perjudica a Scioli y a los intendentes pejotistas: de ahí la crisis que, además, ofrece la posibilidad de una victoria de De Narváez, como ya ocurrió en 2009.
Todo o nada
La Presidenta se vale del llamado a apoyar lo que llama el "proyecto nacional", para neutralizar políticamente al peronismo bonaerense. La crisis en curso es una repetición de la pelea Kirchner-Duhalde de 2005. Pero, seis años más tarde, el kirchnerismo no tiene la capacidad para doblegar a los ‘barones del conurbano', ya que, bajo la forma que terminen eligiendo, una parte importante de ellos le harán la guerra legal al sabbatellismo y movilizarán al aparato contra él. Inflación mediante, la economía política del kirchnerismo se encuentra en retroceso; los ‘chicos' de La Cámpora no son un sustituto al pejotismo -como tampoco lo es Moyano, acorralado por los delitos cometidos en las obras sociales. La ‘concertación plural' ha volado por los aires. El incidente del avión norteamericano demuestra que el establishment yanqui tiene puestas las cartas en la derrota del gobierno en octubre, mientras que los K no tienen capacidad para llevar una campaña ‘antiimperialista' hasta fin de año. Ni Moyano ni La Cámpora, por otra parte, son del paño del sabbatellismo -un rejunte de progres en el desierto. Por ahora, Scioli ha rechazado un desdoblamiento de las elecciones bonaerenses, pero va creciendo el número de provincias que lo ha hecho. Scioli, sin embargo, arriesga la división del pejotismo bonaerense si, como se podría suponer, el desdoblamiento es rechazado por el moyanismo. Mientras tanto, ha pactado con los intendentes una reforma de la ley de internas de la provincia, dirigida a subir el mínimo de votos para el reparto de los cargos a concejales y, por lo tanto, a ponerle piedras en el camino a los "compañeros" de Moyano, la Evita o La Cámpora. Este es el cuadro de dispersión del bloque que pretende ganar en primera vuelta en octubre próximo.
Emerge de aquí un cuadro de crisis política e, incluso, los estertores del kirchnerismo que, al cabo de una década, ha sido incapaz de desarrollar una organización autónoma en oposición a los punteros tradicionales. Además, queda expuesto el oportunismo de la izquierda paralela al oficialismo que, en nombre de ‘profundizar el modelo', quiere pasar a un compromiso con el pejotismo -en lugar de pelear contra la reforma política regimentadora que impide a los partidos organizarse como les venga en gana y a los ciudadanos votar por lo quieran.
La trampa de todo esto reside en que se pretende que la lista de la alianza nacional vaya pegada a las boletas provinciales, sea del PJ-FpV, por un lado, como de Nuevo Encuentro, por el otro, y no como una lista única de la alianza. Presentar a la alianza en dos listas separadas, una que encabeza a los candidatos provinciales del PJ y la otra a la cabeza de los de NE serviría para arrastrar votos para CFK a la lista de Sabbatella, lo cual inflaría su representación en la provincia. Pero el ensamble de listas nacionales con las provinciales que pretende Sabbatella está prohibido por la ley electoral; Nuevo Encuentro y el PJ-FpV deberían ir en boletas separadas para los cargos provinciales. No es, repetimos, a lo que Sabbatella aspira: quiere que la candidatura de la Presidenta y de los diputados nacionales vaya pegada a su lema provincial, como también iría con el lema de los pejotistas. Pero esto sería un fraude legal y político. En este caso, porque pondría a los candidatos provinciales bajo la protección de una alianza de dos bloques que, en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, actúan en abierta rivalidad. El derecho que reclama Sabbatella para candidatear a CFK en forma independiente del pejotismo requiere, primero, la derogación de la ley de reforma política y del sistema de internas abiertas. Todo este galimatías expone la crisis definitiva del peronismo y la completa falta de principios (y también el impasse) del sabbatellismo, porque convierte a la Presidenta en un árbitro entre unos y otros; o sea, en un compromiso entre pejotistas e ‘izquierdistas': un cambalache político. Sabbatella, que votó contra la reforma política, sabe muy bien que esa ley le quita el derecho a votar por CFK en una lista independiente y con un programa propio. Sin embargo, ello no le impide apoyar al gobierno que sancionó esa reforma, precisamente, para salvar al "viejo pejotismo" ¡que él dice combatir! Pero para saltar el impedimento legal propone, entonces, violarlo: hacer una alianza con el PJ que se presente, a pesar de ser una alianza, en forma separada, es decir, paralela. Esta "ingeniería electoral" perjudica a Scioli y a los intendentes pejotistas: de ahí la crisis que, además, ofrece la posibilidad de una victoria de De Narváez, como ya ocurrió en 2009.
Todo o nada
La Presidenta se vale del llamado a apoyar lo que llama el "proyecto nacional", para neutralizar políticamente al peronismo bonaerense. La crisis en curso es una repetición de la pelea Kirchner-Duhalde de 2005. Pero, seis años más tarde, el kirchnerismo no tiene la capacidad para doblegar a los ‘barones del conurbano', ya que, bajo la forma que terminen eligiendo, una parte importante de ellos le harán la guerra legal al sabbatellismo y movilizarán al aparato contra él. Inflación mediante, la economía política del kirchnerismo se encuentra en retroceso; los ‘chicos' de La Cámpora no son un sustituto al pejotismo -como tampoco lo es Moyano, acorralado por los delitos cometidos en las obras sociales. La ‘concertación plural' ha volado por los aires. El incidente del avión norteamericano demuestra que el establishment yanqui tiene puestas las cartas en la derrota del gobierno en octubre, mientras que los K no tienen capacidad para llevar una campaña ‘antiimperialista' hasta fin de año. Ni Moyano ni La Cámpora, por otra parte, son del paño del sabbatellismo -un rejunte de progres en el desierto. Por ahora, Scioli ha rechazado un desdoblamiento de las elecciones bonaerenses, pero va creciendo el número de provincias que lo ha hecho. Scioli, sin embargo, arriesga la división del pejotismo bonaerense si, como se podría suponer, el desdoblamiento es rechazado por el moyanismo. Mientras tanto, ha pactado con los intendentes una reforma de la ley de internas de la provincia, dirigida a subir el mínimo de votos para el reparto de los cargos a concejales y, por lo tanto, a ponerle piedras en el camino a los "compañeros" de Moyano, la Evita o La Cámpora. Este es el cuadro de dispersión del bloque que pretende ganar en primera vuelta en octubre próximo.
Emerge de aquí un cuadro de crisis política e, incluso, los estertores del kirchnerismo que, al cabo de una década, ha sido incapaz de desarrollar una organización autónoma en oposición a los punteros tradicionales. Además, queda expuesto el oportunismo de la izquierda paralela al oficialismo que, en nombre de ‘profundizar el modelo', quiere pasar a un compromiso con el pejotismo -en lugar de pelear contra la reforma política regimentadora que impide a los partidos organizarse como les venga en gana y a los ciudadanos votar por lo quieran.
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