No es necesario ser un opositor recalcitrante para denunciar el impacto de la crisis mundial sobre Argentina. Alcanza, para ello, la lectura del diario oficialista BAE del lunes pasado.
Una nota: “Las automotrices preocupadas por la devaluación del real y menor actividad”. Otra: “Las empresas congelan sus planes de financiamiento por el agravamiento de la crisis”. Una más: “En lo que va del año, empresas argentinas pierden 28.538 millones de dólares en valor de mercado”. La Nación, claro, no se queda atrás: “Por la crisis, queda cerrado otro afluente de divisas”. Tampoco Clarín, lógico: “La soja bajó 11,6%, en el último mes”. Lo que los diarios no informan aún es que, como consecuencia de todo esto, las automotrices han eliminado las horas extras -lo cual, además de ser un fuerte golpe a los salarios de bolsillo, anuncia una línea de suspensiones y despidos.
Queso gruyère
Como se puede ver, ni Argentina está ‘blindada’ ni el ‘modelo’ es inexpugnable. La manifestación más evidente de esto es el resurgimiento de la salida de capitales, la que ya alcanza un promedio de dos mil millones de dólares por mes. Esta sangría implica un retiro de circulante del mercado interno, con un efecto depresivo, y un golpe a la capacidad de financiamiento de la economía. No es cierto que se trate de una reacción típica de períodos preelectorales, porque la victoria del oficialismo se da por descontada; en todo caso sería una reacción anticipada de la etapa poselectoral -cuando quede claro que el gobierno ha agotado sus recursos para hacer frente a la crisis. Las multinacionales repatrian fondos de sus filiales para responder frente a la imposibilidad de refinanciar sus propias deudas internacionales.
La tesis oficial -que la crisis internacional no equivale a una bancarrota capitalista, sino a un desajuste o desequilibrio transitorio- se ha hecho humo en los últimos días, cuando se ha comenzado a planificar la salida de Grecia de la Unión Europea, o la división de ésta en dos bloques: la UE del norte y la UE latina. También se ha evaporado la fantasía de que la crisis se circunscribe a los países desarrollados, o de que Argentina está afuera del tumulto como resultado de ocho años de ‘desendeudamiento’. Según el relato oficial, China, India, Brasil (y, por lo tanto, Argentina) se inscriben en una tendencia de crecimiento de largo plazo y el comercio internacional entre la periferia y el centro ha sido desplazado progresivamente por el intercambio sur-sur.
El drenaje de las reservas es claramente una salida de capitales y no una fuga de dinero de los ahorristas. Así lo demuestra la intervención del Banco Central en el mercado de futuros, donde opera el capital financiero, o incluso las operaciones que se realizan a través de la Bolsa. La disponibilidad de reservas internacionales ha caído por debajo de los 50 mil millones de dólares, pero el monto esconde las mencionadas operaciones de futuro y el uso de los dólares de la Anses.
La salida de capitales, la disminución drástica del superávit comercial con el extranjero y el déficit fiscal han cortado el flujo financiero, pero, por sobre todo, han generado el déficit financiero del Tesoro y del Banco Central. El Tesoro se ha endeudado, en pesos, con el Central, por 30 mil millones de dólares a cambio de letras; en tanto que el Central tiene deuda, en pesos, con los bancos, por un monto similar. A esto hay que sumar la deuda contraída en el mercado de futuros, por más de 5 mil millones de dólares y más de 2.500 millones de dólares de préstamos de corto plazo (‘swaps’) con los bancos centrales de otros países. Asimismo, el Tesoro tiene un vencimiento a la vista (cupón PBI), en pesos, por 2.200 millones de dólares, que se añadirán a la cola de la fuga de capitales.
Descontadas todas estas deudas, las reservas del Central de 49 mil millones de dólares se reducen a bastante menos de 15 mil millones. Si se quisiera cancelar la deuda con los bancos, que está en pesos, o pagar la diferencia de cambio por los contratos a futuro, la emisión monetaria resultante se iría toda a los dólares -o sea que no hay una muralla china entre la deuda en pesos y las reservas en divisas. El camino que queda es la devaluación de la moneda, porque revalorizaría las reservas internacionales en términos de pesos y desvalorizaría las deudas del Central medidas en dólares. La brecha entre la cotización del dólar al contado (4,20 pesos) y el que se fuga por medio de la compra de acciones en la Bolsa (4,60 pesos) estimula la formación de un mercado negro para los dólares que ingresan por la exportación. La salida de la devaluación acentuaría la suba de precios y reventaría el sistema de subsidios a las privatizadas y el transporte.
Con la guitarra a otra parte
¿Qué hace el gobierno ante este derrumbe? En primer lugar, recurre a los fondos disponibles de la Anses, con la expectativa de que la recaudación previsional no caiga. El vaciamiento de la Anses se manifiesta también en la caída de los precios de las acciones de empresas y de los títulos públicos que tiene en su poder (25% de sus activos) -le ha ocasionado una pérdida de valor, en el año, de entre siete y diez mil millones de dólares. El otro recurso es vender dólares; la decisión de entregarlo a futuro al mismo precio que al contado revela un estado de desesperación, porque admite pagar las consecuencias de una devaluación o dejar que los especuladores inviertan en pesos con un seguro de cambio gratuito. En el caso de las provincias, el gobierno nacional las ha autorizado a endeudarse en el exterior al 9-11% anual ¡en dólares! Esta política suicida delata que la única carta del gobierno es la expectativa de que la crisis mundial (la misma crisis de la que estaría blindado) amaine.
Mientras el gobierno cede a la presión de los especuladores, la llamada oposición reclama que defienda las reservas por medio de una recesión económica: bajar gastos públicos, aumentar las tasas de interés, cerrar acuerdos con el exterior para poder luego tomar deuda internacional, reducir las retenciones a las exportaciones para aumentar el superávit comercial. Nadie objeta el saqueo del Banco Central y la Anses.
Salida anticapitalista
¿Cuál es el planteo de izquierda en este cuadro? Naturalmente, el cese del pago de la deuda externa y la prohibición de repatriación de utilidades y dividendos. Para que esto sea efectivo, es necesaria la apertura de los libros de los grandes grupos económicos y de los bancos, bajo un control obrero. Sobre esta base se plantea la nacionalización del sistema bancario y del comercio exterior. Es la respuesta anticapitalista inmediata, o sea transicional, a la bancarrota capitalista.
Es urgente que el Frente de Izquierda desarrolle una agitación política en estos términos, para ofrecer una respuesta a la inquietud de los trabajadores y una vía de salida a la incapacidad del ‘gobierno nacional y popular’ para hacer frente a la bancarrota del capital.
Una nota: “Las automotrices preocupadas por la devaluación del real y menor actividad”. Otra: “Las empresas congelan sus planes de financiamiento por el agravamiento de la crisis”. Una más: “En lo que va del año, empresas argentinas pierden 28.538 millones de dólares en valor de mercado”. La Nación, claro, no se queda atrás: “Por la crisis, queda cerrado otro afluente de divisas”. Tampoco Clarín, lógico: “La soja bajó 11,6%, en el último mes”. Lo que los diarios no informan aún es que, como consecuencia de todo esto, las automotrices han eliminado las horas extras -lo cual, además de ser un fuerte golpe a los salarios de bolsillo, anuncia una línea de suspensiones y despidos.
Queso gruyère
Como se puede ver, ni Argentina está ‘blindada’ ni el ‘modelo’ es inexpugnable. La manifestación más evidente de esto es el resurgimiento de la salida de capitales, la que ya alcanza un promedio de dos mil millones de dólares por mes. Esta sangría implica un retiro de circulante del mercado interno, con un efecto depresivo, y un golpe a la capacidad de financiamiento de la economía. No es cierto que se trate de una reacción típica de períodos preelectorales, porque la victoria del oficialismo se da por descontada; en todo caso sería una reacción anticipada de la etapa poselectoral -cuando quede claro que el gobierno ha agotado sus recursos para hacer frente a la crisis. Las multinacionales repatrian fondos de sus filiales para responder frente a la imposibilidad de refinanciar sus propias deudas internacionales.
La tesis oficial -que la crisis internacional no equivale a una bancarrota capitalista, sino a un desajuste o desequilibrio transitorio- se ha hecho humo en los últimos días, cuando se ha comenzado a planificar la salida de Grecia de la Unión Europea, o la división de ésta en dos bloques: la UE del norte y la UE latina. También se ha evaporado la fantasía de que la crisis se circunscribe a los países desarrollados, o de que Argentina está afuera del tumulto como resultado de ocho años de ‘desendeudamiento’. Según el relato oficial, China, India, Brasil (y, por lo tanto, Argentina) se inscriben en una tendencia de crecimiento de largo plazo y el comercio internacional entre la periferia y el centro ha sido desplazado progresivamente por el intercambio sur-sur.
El drenaje de las reservas es claramente una salida de capitales y no una fuga de dinero de los ahorristas. Así lo demuestra la intervención del Banco Central en el mercado de futuros, donde opera el capital financiero, o incluso las operaciones que se realizan a través de la Bolsa. La disponibilidad de reservas internacionales ha caído por debajo de los 50 mil millones de dólares, pero el monto esconde las mencionadas operaciones de futuro y el uso de los dólares de la Anses.
La salida de capitales, la disminución drástica del superávit comercial con el extranjero y el déficit fiscal han cortado el flujo financiero, pero, por sobre todo, han generado el déficit financiero del Tesoro y del Banco Central. El Tesoro se ha endeudado, en pesos, con el Central, por 30 mil millones de dólares a cambio de letras; en tanto que el Central tiene deuda, en pesos, con los bancos, por un monto similar. A esto hay que sumar la deuda contraída en el mercado de futuros, por más de 5 mil millones de dólares y más de 2.500 millones de dólares de préstamos de corto plazo (‘swaps’) con los bancos centrales de otros países. Asimismo, el Tesoro tiene un vencimiento a la vista (cupón PBI), en pesos, por 2.200 millones de dólares, que se añadirán a la cola de la fuga de capitales.
Descontadas todas estas deudas, las reservas del Central de 49 mil millones de dólares se reducen a bastante menos de 15 mil millones. Si se quisiera cancelar la deuda con los bancos, que está en pesos, o pagar la diferencia de cambio por los contratos a futuro, la emisión monetaria resultante se iría toda a los dólares -o sea que no hay una muralla china entre la deuda en pesos y las reservas en divisas. El camino que queda es la devaluación de la moneda, porque revalorizaría las reservas internacionales en términos de pesos y desvalorizaría las deudas del Central medidas en dólares. La brecha entre la cotización del dólar al contado (4,20 pesos) y el que se fuga por medio de la compra de acciones en la Bolsa (4,60 pesos) estimula la formación de un mercado negro para los dólares que ingresan por la exportación. La salida de la devaluación acentuaría la suba de precios y reventaría el sistema de subsidios a las privatizadas y el transporte.
Con la guitarra a otra parte
¿Qué hace el gobierno ante este derrumbe? En primer lugar, recurre a los fondos disponibles de la Anses, con la expectativa de que la recaudación previsional no caiga. El vaciamiento de la Anses se manifiesta también en la caída de los precios de las acciones de empresas y de los títulos públicos que tiene en su poder (25% de sus activos) -le ha ocasionado una pérdida de valor, en el año, de entre siete y diez mil millones de dólares. El otro recurso es vender dólares; la decisión de entregarlo a futuro al mismo precio que al contado revela un estado de desesperación, porque admite pagar las consecuencias de una devaluación o dejar que los especuladores inviertan en pesos con un seguro de cambio gratuito. En el caso de las provincias, el gobierno nacional las ha autorizado a endeudarse en el exterior al 9-11% anual ¡en dólares! Esta política suicida delata que la única carta del gobierno es la expectativa de que la crisis mundial (la misma crisis de la que estaría blindado) amaine.
Mientras el gobierno cede a la presión de los especuladores, la llamada oposición reclama que defienda las reservas por medio de una recesión económica: bajar gastos públicos, aumentar las tasas de interés, cerrar acuerdos con el exterior para poder luego tomar deuda internacional, reducir las retenciones a las exportaciones para aumentar el superávit comercial. Nadie objeta el saqueo del Banco Central y la Anses.
Salida anticapitalista
¿Cuál es el planteo de izquierda en este cuadro? Naturalmente, el cese del pago de la deuda externa y la prohibición de repatriación de utilidades y dividendos. Para que esto sea efectivo, es necesaria la apertura de los libros de los grandes grupos económicos y de los bancos, bajo un control obrero. Sobre esta base se plantea la nacionalización del sistema bancario y del comercio exterior. Es la respuesta anticapitalista inmediata, o sea transicional, a la bancarrota capitalista.
Es urgente que el Frente de Izquierda desarrolle una agitación política en estos términos, para ofrecer una respuesta a la inquietud de los trabajadores y una vía de salida a la incapacidad del ‘gobierno nacional y popular’ para hacer frente a la bancarrota del capital.
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