Argentina enfrenta dos grandes problemas políticos. Sin embargo, los activistas y luchadores de la clase obrera no los encaran con una posición común. En estas condiciones no pueden constituir una fuerza con capacidad de influir decididamente en el desenlace de esos asuntos. La que decidirá será la clase capitalista a expensas del proletariado.
Uno de esos problemas políticos son las jubilaciones. La Presidenta acaba de reafirmar que vetará una ley que contemple el 82% para la jubilación mínima. La llamada oposición, bajo la presión de los capitalistas, ya podó en el Senado dos medidas fundamentales del proyecto original: la generalización del fallo Badaro para quienes tuvieron sus jubilaciones congeladas (casi un millón de trabajadores); la indexación de las jubilaciones por la evolución de los salarios y la aplicación de la movilidad al 82% de los docentes.
Es necesario que el activo intervenga en este asunto. El 4 de agosto hay una movilización al Congreso. ¿Participamos con nuestras banderas o la miramos desde afuera? Necesitamos un plenario para fijar una posición de conjunto y organizar la movilización. Debe haber un pronunciamiento claro contra la amenaza de veto.
El segundo problema es la trama que se ha armado para salvar a Macri y para separar a los K de cualquier responsabilidad en el espionaje al servicio de Estados extranjeros, fundamentalmente los maquinadores de guerras y crímenes: Estados Unidos e Israel. Debemos intervenir para que Macri y los K declaren todo lo que saben sobre encubrimientos de atentados y de acciones de servicios, tanto extranjeros como nacionales; para que cesen las amenazas y preparativos de guerra contra Irán; las expulsiones de palestinos en Israel y en los territorios ocupados. Que se derogue la ley anti-terrorista impuesta por el imperialismo yanqui contra las organizaciones combativas.
La burocracia sindical ha tomado posición: contra el 82% y por el desvío de la crisis política en la Ciudad. Muchos de sus miembros son compinches de los servicios y usufructúan su complicidad con el gobierno para enriquecerse como casta y eternizarse en los sindicatos.
Una clase existe en la medida en que toma posiciones políticas; se requiere que el activismo obrero participe de un reagrupamiento de fuerzas permanente en torno a posiciones políticas fundamentales. De no ser así, nuestro destino lo deciden nuestros explotadores.
Impulsaremos plenarios para materializar esta metodología política.
Uno de esos problemas políticos son las jubilaciones. La Presidenta acaba de reafirmar que vetará una ley que contemple el 82% para la jubilación mínima. La llamada oposición, bajo la presión de los capitalistas, ya podó en el Senado dos medidas fundamentales del proyecto original: la generalización del fallo Badaro para quienes tuvieron sus jubilaciones congeladas (casi un millón de trabajadores); la indexación de las jubilaciones por la evolución de los salarios y la aplicación de la movilidad al 82% de los docentes.
Es necesario que el activo intervenga en este asunto. El 4 de agosto hay una movilización al Congreso. ¿Participamos con nuestras banderas o la miramos desde afuera? Necesitamos un plenario para fijar una posición de conjunto y organizar la movilización. Debe haber un pronunciamiento claro contra la amenaza de veto.
El segundo problema es la trama que se ha armado para salvar a Macri y para separar a los K de cualquier responsabilidad en el espionaje al servicio de Estados extranjeros, fundamentalmente los maquinadores de guerras y crímenes: Estados Unidos e Israel. Debemos intervenir para que Macri y los K declaren todo lo que saben sobre encubrimientos de atentados y de acciones de servicios, tanto extranjeros como nacionales; para que cesen las amenazas y preparativos de guerra contra Irán; las expulsiones de palestinos en Israel y en los territorios ocupados. Que se derogue la ley anti-terrorista impuesta por el imperialismo yanqui contra las organizaciones combativas.
La burocracia sindical ha tomado posición: contra el 82% y por el desvío de la crisis política en la Ciudad. Muchos de sus miembros son compinches de los servicios y usufructúan su complicidad con el gobierno para enriquecerse como casta y eternizarse en los sindicatos.
Una clase existe en la medida en que toma posiciones políticas; se requiere que el activismo obrero participe de un reagrupamiento de fuerzas permanente en torno a posiciones políticas fundamentales. De no ser así, nuestro destino lo deciden nuestros explotadores.
Impulsaremos plenarios para materializar esta metodología política.
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