Esta semana, la Unión Europea elevó las tarifas aduaneras a las importaciones de papel para revistas y catálogos provenientes de China. Es la primera vez que castiga productos cuyos costos son subsidiados por el Estado. "Se viene una guerra comercial", advirtió un alto funcionario de la UE (Financial Times, 16/5), porque "estamos golpeando al corazón del sistema de ellos". Europa se ve afectada, por sobre todo, por la devaluación de la moneda de China, que va pegada a la del dólar.
El caso ilustra la naturaleza internacional del conflicto que opone a Argentina y Brasil en el marco del Mercosur; el cual no va a ser resuelto por las negociaciones, pues ha venido para quedarse. Aunque Brasil tiene un superávit persistente en el balance comercial con Argentina (a pesar de ser penalizada por la enorme revaluación de su moneda, el real), está obligado a ir por más, porque esa misma revaluación le ha creado un déficit comercial creciente con el resto del mundo, en especial con China.
Argentina atraviesa también por un incremento de importaciones mayor que las exportaciones, a pesar -en este caso- de que su moneda está relativamente devaluada frente a Europa, Brasil y numerosos países de Asia, fuera de China. Argentina teme que los déficit comerciales acaben con una devaluación precipitada del peso, que ya está sufriendo una salida de capitales y un diferencial entre el dólar oficial y el negro del 10%. Para aprovechar esta brecha, los exportadores están contrabandeando sus envíos o los sub-facturan y retienen las divisas que obtienen. Es la ruta clásica hacia la hiper. Los déficit comerciales penalizan las producciones de la industria tanto de Brasil como de Argentina, que ven invadidos sus mercados internos.
Fue precisamente un ministro brasileño el que acuñó la expresión "guerra monetaria" para aludir a la devaluación del dólar. El precio del billete verde cae por la emisión que hace Estados Unidos y por la salida de capitales que ello provoca a ese país, que emigran para obtener rendimientos mayores en el exterior (ocurre en igual medida con los capitales que dejan el yen japonés). Ese fraude monetario no lo ha ayudado mucho, sin embargo, porque el aumento de las exportaciones de Estados Unidos ha sido compensado por el aumento del precio de importación del petróleo y porque tampoco ha reactivado el mercado interno, el que cae como consecuencia del persistente derrumbe de la construcción y de la falta absoluta de crédito. En el caso de Brasil, el real se ha revaluado en dos años un descomunal 54% como consecuencia de la entrada de capital especulativo. Este capital se financia a una tasa de interés del 2% en Estados Unidos para retirar un beneficio financiero del 40% en Brasil. La burguesía brasileña denuncia una "desindustrialización". Brasil ha ido tan lejos en su represalia contra las trabas a las importaciones de parte de Argentina que la semana pasada ha bloqueado el ingreso de automóviles que fabrican las mismas firmas que operan en su territorio. El gobierno brasileño pretende acaparar una parte mayor del mercado de autopartes que usan las automotrices, lo que acentuaría las características de armaduría de la ‘producción' de Argentina. Brasil subsidia a sus exportadores por medio de préstamos baratos de su Banco Nacional de Desarrollo, mientras Argentina lo hace por medio de la Anses o cuando paga parte de los salarios de los obreros del Smata por medio del Repro.
La crisis brasileño-argentina desmiente la tesis "nac & pop" sobre los avances de la unidad latinoamericana. Lo cierto es que progresa la desintegración; en ambos países se denuncia la ‘primarización' de sus economías. La crisis mundial ha acentuado las tendencias centrífugas. Cualquier incidente de relevancia a nivel internacional -por ejemplo un ‘defol' griego- produciría una fuga de capitales en Brasil, que ya ha registrado varios episodios en ese sentido, y una devaluación del real -lo cual asestaría un golpe decisivo al peso argentino. En Argentina, esa fuga se ha incrementado en el último trimestre, a pesar de lo rendidoras que son las inversiones financieras en pesos con el dólar congelado. Es que los especuladoras calculan que este congelamiento no se mantendrá por mucho tiempo. El enfrentamiento entre Cristina Kirchner y Dilma Roussef es un episodio del desenvolvimiento de crisis económicas y sociales mayores en los dos países.
El caso ilustra la naturaleza internacional del conflicto que opone a Argentina y Brasil en el marco del Mercosur; el cual no va a ser resuelto por las negociaciones, pues ha venido para quedarse. Aunque Brasil tiene un superávit persistente en el balance comercial con Argentina (a pesar de ser penalizada por la enorme revaluación de su moneda, el real), está obligado a ir por más, porque esa misma revaluación le ha creado un déficit comercial creciente con el resto del mundo, en especial con China.
Argentina atraviesa también por un incremento de importaciones mayor que las exportaciones, a pesar -en este caso- de que su moneda está relativamente devaluada frente a Europa, Brasil y numerosos países de Asia, fuera de China. Argentina teme que los déficit comerciales acaben con una devaluación precipitada del peso, que ya está sufriendo una salida de capitales y un diferencial entre el dólar oficial y el negro del 10%. Para aprovechar esta brecha, los exportadores están contrabandeando sus envíos o los sub-facturan y retienen las divisas que obtienen. Es la ruta clásica hacia la hiper. Los déficit comerciales penalizan las producciones de la industria tanto de Brasil como de Argentina, que ven invadidos sus mercados internos.
Fue precisamente un ministro brasileño el que acuñó la expresión "guerra monetaria" para aludir a la devaluación del dólar. El precio del billete verde cae por la emisión que hace Estados Unidos y por la salida de capitales que ello provoca a ese país, que emigran para obtener rendimientos mayores en el exterior (ocurre en igual medida con los capitales que dejan el yen japonés). Ese fraude monetario no lo ha ayudado mucho, sin embargo, porque el aumento de las exportaciones de Estados Unidos ha sido compensado por el aumento del precio de importación del petróleo y porque tampoco ha reactivado el mercado interno, el que cae como consecuencia del persistente derrumbe de la construcción y de la falta absoluta de crédito. En el caso de Brasil, el real se ha revaluado en dos años un descomunal 54% como consecuencia de la entrada de capital especulativo. Este capital se financia a una tasa de interés del 2% en Estados Unidos para retirar un beneficio financiero del 40% en Brasil. La burguesía brasileña denuncia una "desindustrialización". Brasil ha ido tan lejos en su represalia contra las trabas a las importaciones de parte de Argentina que la semana pasada ha bloqueado el ingreso de automóviles que fabrican las mismas firmas que operan en su territorio. El gobierno brasileño pretende acaparar una parte mayor del mercado de autopartes que usan las automotrices, lo que acentuaría las características de armaduría de la ‘producción' de Argentina. Brasil subsidia a sus exportadores por medio de préstamos baratos de su Banco Nacional de Desarrollo, mientras Argentina lo hace por medio de la Anses o cuando paga parte de los salarios de los obreros del Smata por medio del Repro.
La crisis brasileño-argentina desmiente la tesis "nac & pop" sobre los avances de la unidad latinoamericana. Lo cierto es que progresa la desintegración; en ambos países se denuncia la ‘primarización' de sus economías. La crisis mundial ha acentuado las tendencias centrífugas. Cualquier incidente de relevancia a nivel internacional -por ejemplo un ‘defol' griego- produciría una fuga de capitales en Brasil, que ya ha registrado varios episodios en ese sentido, y una devaluación del real -lo cual asestaría un golpe decisivo al peso argentino. En Argentina, esa fuga se ha incrementado en el último trimestre, a pesar de lo rendidoras que son las inversiones financieras en pesos con el dólar congelado. Es que los especuladoras calculan que este congelamiento no se mantendrá por mucho tiempo. El enfrentamiento entre Cristina Kirchner y Dilma Roussef es un episodio del desenvolvimiento de crisis económicas y sociales mayores en los dos países.
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