Si es verdad que las encuestas que encarga Página/12 le dan a la Presidenta cuarenta puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor en la provincia de Buenos Aires, nadie debería quejarse de que haya decidido reservar a su camarilla íntima y a su dedo mágico la designación de los candidatos del Frente para la Victoria. Cada uno tiene el régimen que ayudó a construir. Los ‘excluidos' de este gobierno de ‘la inclusión' deberían ir a protestar al Muro de los Lamentos. Hay que reconocerle a la madrina de la batalla electoral, además, el mérito de sus razones: para designar a Boudou como su vice, ponderó la capacidad del ex Ucedé para meter la mano en la lata cuando es necesario (endeudando a la Anses y aumentando la deuda pública). El hombre que diseñó la reestatización de aquello que privatizaron sus progenitores, justificó de entrada que la única forma de pagar la sacrosanta deuda externa era con la plata de los jubilados, primero, y con la de los bancos oficiales, después. La Presidenta siente que, con el gran saqueador a su lado, puede encarar el segundo turno protegida. La foto de Boudou con Favale no le quita el sueño -mucho menos la cercanía del ministro con Cristine Lagarde, la negociadora de la deuda argentina con el Club de París, quien acaba de ser designada directora general del FMI con el voto de Argentina. Boudou no ha desmentido aún su compromiso con los bancos de no tocar el tipo de cambio, lo que equivale a una estafa económica porque otorga a los especuladores un seguro de cambio gratuito a cargo del Estado.
Boudou se ha convertido en la tercera pareja presidencial del matrimonio Kirchner desde 2003. El primero, Scioli, tradujo la alianza de conveniencia con el ex presidente con Duhalde y el PJ -sin la cual no hubiera salido nunca del prometedor 6% de intención de votos que le brindaba su década de actividad pública. Danielito fue vapuleado en ese período tanto por Néstor como por su esposa, quienes, sin embargo, no tuvieron más remedio que recurrir a él como candidato a gobernador bonaerense -lo que ahora repite. El segundo fue Cobos, expresión de una alianza diferente (esta vez con la UCR) extendida a numerosas provincias con el propósito declarado de armar un centroizquierda que se eternice en el gobierno con el centroderecha, pero, principalmente, para levantar para siempre la hipoteca contraída con el pejotismo. Con su ‘voto negativo', Cobos salvó al gobierno de una crisis terminal, porque la aprobación de la 125 hubiera producido una crisis sin fin con la burguesía sojera y los operadores financieros en los mercados de granos. Pero mandó al diablo la fantasía de centroizquierda. El nuevo elegido, Boudou, es un cero a la izquierda político -la Presidenta que encarna el proyecto se decidió por la compañía de nadie, solamente de un asesor. La especulación de los analistas acerca de un futuro proto-juvenil con La Cámpora no tiene contenido. Luego de ocho años de gobierno, el kirchnerismo no desmanteló ningún aparato tradicional, incluso cuando todos ellos se encuentran en completa crisis. Ahí está para probarlo la sarta de gobernadores que se reelige porque gobierna para sojeros, mineros, petroleras y -lo que nunca falta- la patria contratista. Los secuaces de Pedraza siguen en los ministerios de Trabajo y de Transporte, y el procurador Righi acaba de lograr que la cúpula de la Federal sea excluida del juicio por el crimen contra nuestro compañero Mariano Ferreyra, al presentar la acusación de "abandono de persona" contra quienes colaboraron con la patota en lugar de "homicidio calificado". Más allá de esto, las decisiones electorales de CFK dejan traslucir una crisis dentro de la camarilla que se venía operando hasta ahora, con el aparente desplazamiento de Julio de Vido y los recambios que deberán producirse en el gabinete. La Presidenta pretende ganar en octubre como bonapartista exclusiva, a pesar de las calamidades de salud que le atribuyen algunos que saben y una mayoría que fantasea.
El bonapartismo es, de todos modos, un aspecto del asunto. El otro es que el oficialismo proyecta un futuro de interminable crecimiento de la renta sojera y de la exportación de automóviles sin contenido nacional a Brasil. Las retenciones a la soja, sin embargo, han quedado a la zaga de los subsidios a las privatizadas de la energía y del transporte. El déficit de caja se hace notar en el empeño para que las acciones de la Anses en las empresas recauden el máximo de dividendos posible, algo que, en última instancia, es incompatible con un proceso capitalista de inversiones. Más importante que esto es que ninguna ganancia extraordinaria es permanente, por la simple razón de que genera una competencia entre capitalistas por su apropiación: los precios de sus insumos (agroquímicos, semillas, alquiler de maquinarias) suben, lo mismo que la renta del suelo (el precio de la hectárea). Por otro lado, los principales economistas advierten que la economía de Estados Unidos va a otra recesión y la de China oscila entre un recule y un estallido, en el marco de la gigantesca crisis de Europa. Aquí es donde algunas voces del oficialismo empiezan a hablar de ‘radicalizar el populismo' -algo que ellos mismos no saben en qué consiste. La economía mundial no le promete a la Gran Electora un lecho de rosas.
Otra amenaza para el bonapartismo tardío es lo que llamaríamos el ‘mal de Alan García', el peruano que será reemplazado por Ollanta Humala. Ocurre que, aunque Perú crece más que Argentina, la candidata de Alan salió cuarta cómoda en los recientes comicios, dado que los mineros se han enriquecido, pero los peruanos están peor que nunca. Sin llegar a ese extremo, la ‘redistribución de ingresos' K ha dejado a la mitad de los asalariados con un promedio de sueldo de 2.500 pesos -la mitad del costo de la canasta familiar. El peligro de que al oficialismo le ocurra algo parecido a lo de Alan (en nuestro caso, no ganar en el primer turno) explica las insinuaciones de que los K tiren la casa por la ventana cerca de octubre. Usarán para eso una recaudación impositiva que crece al compás de la inflación y viceversa. Los punteros del oficialismo no han contabilizado el costo de la tentativa de re-elección.
La otra novedad del panorama político es que el entusiasmo por las encuestas bonaerenses omite una derrota en Santa Fe, Córdoba y la Ciudad -todas las cuales votan antes que la provincia de Buenos Aires. Una Presidenta reelecta tendría estados provinciales opositores, los que la obligarían a gobernar con una generosa chequera que no tiene. Otro asunto es que el esquema centroizquierda-centroderecha no prevalece para extorsionar al electorado: Alfonsín y De Narváez se las arreglaron para meter la opción en la misma bolsa, al igual que lo ha hecho el oficialismo. Después de la condena de Filmus a la lucha docente santacruceña y el apoyo a la represión contra la delegación que vino a Buenos Aires, lo de la derecha quedó como un asunto abstracto.
La campaña electoral recién empieza. Los ‘progres' (Solanas, Sabbatella) llegan a ella en ruinas. Unos por el compromiso con la Mesa de Enlace, otros cooptados por el oficialismo. La presencia de Mariotto y otros camporistas podría amargarle la fiestista a Sabbatella. La izquierda del electorado carece de representación política.
Esta caracterización de conjunto no le ahorra nada al Frente de Izquierda, porque los objetivos no vienen regalados sino que se conquistan por medio de la lucha. Eso sí: el campo de la crisis del régimen imperante se ha ampliado en términos internacionales y de gobernabilidad. Tenemos que pelear cada eslabón de la cadena que nos exigen las circunstancias -así se desarrolla una estrategia hacia el gobierno de los trabajadores. El desafío inmediato es la Ciudad. Marcelo Ramal, vocero del Frente, ha hecho una campaña muy rica en la que ha derrotado polémicamente a todos sus contendedores. Los últimos días de esta campaña deben ser consagrados a la conquista de voto por voto para buscar el difícil ingreso del Frente de Izquierda y de los Trabajadores a la Legislatura de la Ciudad. Sabremos usar la tribuna parlamentaria para desarrollar la conciencia y organización de los explotados y acelerar el fin de la dictadura capitalista.
Boudou se ha convertido en la tercera pareja presidencial del matrimonio Kirchner desde 2003. El primero, Scioli, tradujo la alianza de conveniencia con el ex presidente con Duhalde y el PJ -sin la cual no hubiera salido nunca del prometedor 6% de intención de votos que le brindaba su década de actividad pública. Danielito fue vapuleado en ese período tanto por Néstor como por su esposa, quienes, sin embargo, no tuvieron más remedio que recurrir a él como candidato a gobernador bonaerense -lo que ahora repite. El segundo fue Cobos, expresión de una alianza diferente (esta vez con la UCR) extendida a numerosas provincias con el propósito declarado de armar un centroizquierda que se eternice en el gobierno con el centroderecha, pero, principalmente, para levantar para siempre la hipoteca contraída con el pejotismo. Con su ‘voto negativo', Cobos salvó al gobierno de una crisis terminal, porque la aprobación de la 125 hubiera producido una crisis sin fin con la burguesía sojera y los operadores financieros en los mercados de granos. Pero mandó al diablo la fantasía de centroizquierda. El nuevo elegido, Boudou, es un cero a la izquierda político -la Presidenta que encarna el proyecto se decidió por la compañía de nadie, solamente de un asesor. La especulación de los analistas acerca de un futuro proto-juvenil con La Cámpora no tiene contenido. Luego de ocho años de gobierno, el kirchnerismo no desmanteló ningún aparato tradicional, incluso cuando todos ellos se encuentran en completa crisis. Ahí está para probarlo la sarta de gobernadores que se reelige porque gobierna para sojeros, mineros, petroleras y -lo que nunca falta- la patria contratista. Los secuaces de Pedraza siguen en los ministerios de Trabajo y de Transporte, y el procurador Righi acaba de lograr que la cúpula de la Federal sea excluida del juicio por el crimen contra nuestro compañero Mariano Ferreyra, al presentar la acusación de "abandono de persona" contra quienes colaboraron con la patota en lugar de "homicidio calificado". Más allá de esto, las decisiones electorales de CFK dejan traslucir una crisis dentro de la camarilla que se venía operando hasta ahora, con el aparente desplazamiento de Julio de Vido y los recambios que deberán producirse en el gabinete. La Presidenta pretende ganar en octubre como bonapartista exclusiva, a pesar de las calamidades de salud que le atribuyen algunos que saben y una mayoría que fantasea.
El bonapartismo es, de todos modos, un aspecto del asunto. El otro es que el oficialismo proyecta un futuro de interminable crecimiento de la renta sojera y de la exportación de automóviles sin contenido nacional a Brasil. Las retenciones a la soja, sin embargo, han quedado a la zaga de los subsidios a las privatizadas de la energía y del transporte. El déficit de caja se hace notar en el empeño para que las acciones de la Anses en las empresas recauden el máximo de dividendos posible, algo que, en última instancia, es incompatible con un proceso capitalista de inversiones. Más importante que esto es que ninguna ganancia extraordinaria es permanente, por la simple razón de que genera una competencia entre capitalistas por su apropiación: los precios de sus insumos (agroquímicos, semillas, alquiler de maquinarias) suben, lo mismo que la renta del suelo (el precio de la hectárea). Por otro lado, los principales economistas advierten que la economía de Estados Unidos va a otra recesión y la de China oscila entre un recule y un estallido, en el marco de la gigantesca crisis de Europa. Aquí es donde algunas voces del oficialismo empiezan a hablar de ‘radicalizar el populismo' -algo que ellos mismos no saben en qué consiste. La economía mundial no le promete a la Gran Electora un lecho de rosas.
Otra amenaza para el bonapartismo tardío es lo que llamaríamos el ‘mal de Alan García', el peruano que será reemplazado por Ollanta Humala. Ocurre que, aunque Perú crece más que Argentina, la candidata de Alan salió cuarta cómoda en los recientes comicios, dado que los mineros se han enriquecido, pero los peruanos están peor que nunca. Sin llegar a ese extremo, la ‘redistribución de ingresos' K ha dejado a la mitad de los asalariados con un promedio de sueldo de 2.500 pesos -la mitad del costo de la canasta familiar. El peligro de que al oficialismo le ocurra algo parecido a lo de Alan (en nuestro caso, no ganar en el primer turno) explica las insinuaciones de que los K tiren la casa por la ventana cerca de octubre. Usarán para eso una recaudación impositiva que crece al compás de la inflación y viceversa. Los punteros del oficialismo no han contabilizado el costo de la tentativa de re-elección.
La otra novedad del panorama político es que el entusiasmo por las encuestas bonaerenses omite una derrota en Santa Fe, Córdoba y la Ciudad -todas las cuales votan antes que la provincia de Buenos Aires. Una Presidenta reelecta tendría estados provinciales opositores, los que la obligarían a gobernar con una generosa chequera que no tiene. Otro asunto es que el esquema centroizquierda-centroderecha no prevalece para extorsionar al electorado: Alfonsín y De Narváez se las arreglaron para meter la opción en la misma bolsa, al igual que lo ha hecho el oficialismo. Después de la condena de Filmus a la lucha docente santacruceña y el apoyo a la represión contra la delegación que vino a Buenos Aires, lo de la derecha quedó como un asunto abstracto.
La campaña electoral recién empieza. Los ‘progres' (Solanas, Sabbatella) llegan a ella en ruinas. Unos por el compromiso con la Mesa de Enlace, otros cooptados por el oficialismo. La presencia de Mariotto y otros camporistas podría amargarle la fiestista a Sabbatella. La izquierda del electorado carece de representación política.
Esta caracterización de conjunto no le ahorra nada al Frente de Izquierda, porque los objetivos no vienen regalados sino que se conquistan por medio de la lucha. Eso sí: el campo de la crisis del régimen imperante se ha ampliado en términos internacionales y de gobernabilidad. Tenemos que pelear cada eslabón de la cadena que nos exigen las circunstancias -así se desarrolla una estrategia hacia el gobierno de los trabajadores. El desafío inmediato es la Ciudad. Marcelo Ramal, vocero del Frente, ha hecho una campaña muy rica en la que ha derrotado polémicamente a todos sus contendedores. Los últimos días de esta campaña deben ser consagrados a la conquista de voto por voto para buscar el difícil ingreso del Frente de Izquierda y de los Trabajadores a la Legislatura de la Ciudad. Sabremos usar la tribuna parlamentaria para desarrollar la conciencia y organización de los explotados y acelerar el fin de la dictadura capitalista.
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