Los 530.000 votos que obtuvo el Frente de Izquierda en las 'primarias' nos permitieron superar holgadamente lo único que quedó en pie de la "reforma política": el piso (proscriptivo) que dejó afuera a diversas fuerzas políticas en el orden nacional y a muchas más en numerosos distritos. Con este resultado, tenemos la posibilidad de formar (en particular, desde la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires) un bloque de diputados de izquierda en el Congreso Nacional.
¿Qué lograríamos? Antes que nada, romperíamos el monólogo de los partidos del sistema y produciríamos un giro en la agenda política del país. Asimismo, las luchas populares y sus reclamos encontrarían la posibilidad de ir más allá de su espacio sectorial para entroncar con una referencia política de conjunto; el destino del Estado se convertiría en una cuestión social y en un factor de movilización para contingentes mayoritarios. La izquierda en el Congreso desenmascararía las pretensiones progresistas y antiimperialistas del oficialismo, que no vacila en vaciar la Anses para pagar la deuda pública y la fuga de divisas -mientras niega el 82% a los jubilados-, o que dicta una ley de tierras que deja intangible un latifundio capitalista de extensiones sin precedentes y entrega el subsuelo minero no renovable a la depredación ambiental y financiera de los mayores pulpos internacionales. Desenmascararía, también, la complicidad de la llamada oposición con esta política y con la concentración del Poder Ejecutivo que ella misma votó, con entusiasmo, en la Convención del ’94, cuando constitucionalizó los decretos de necesidad y urgencia y la admisibilidad -aún peor, si cabe- del veto parcial de leyes, entre otros despropósitos antidemocráticos.
El objetivo del Frente de Izquierda es poner fin al minué entre centroizquierdistas y centroderechistas que se han repartido, en todo el mundo, la tarea de descargar la bancarrota capitalista mundial sobre el pueblo que vive de su trabajo. El rescate, por parte de los Estados capitalistas, de los grandes bancos (que han quebrado bajo el veredicto implacable de su propia norma, el mercado) está implicando una enorme expropiación de la propiedad individual de los trabajadores: sus viviendas; sus ahorros previsionales, sus derechos al trabajo, a la educación y a la salud; su fuerza de trabajo (desvalorizada por la rebaja de los salarios y la desocupación masiva). El programa socialista es la única respuesta al impasse social y humano que el capitalismo representa para la humanidad. ¡Por eso crece y crece la marea de los jóvenes y trabajadores indignados! Cuando se fugan de Argentina más de dos mil millones de dólares al mes, sin que ningún poder del Estado sea capaz de ponerle coto, como no visualizar el desarrollo de una oposición política de izquierda como una herramienta de defensa del país y de los trabajadores, así como un cambio de tendencia política.
Estamos removiendo los escombros de otra izquierda, la cual se ha convertido en vertiente secundaria dentro de diversos partidos del sistema, y desarrollando el Frente de Izquierda como una alternativa política socialista.
¿Qué lograríamos? Antes que nada, romperíamos el monólogo de los partidos del sistema y produciríamos un giro en la agenda política del país. Asimismo, las luchas populares y sus reclamos encontrarían la posibilidad de ir más allá de su espacio sectorial para entroncar con una referencia política de conjunto; el destino del Estado se convertiría en una cuestión social y en un factor de movilización para contingentes mayoritarios. La izquierda en el Congreso desenmascararía las pretensiones progresistas y antiimperialistas del oficialismo, que no vacila en vaciar la Anses para pagar la deuda pública y la fuga de divisas -mientras niega el 82% a los jubilados-, o que dicta una ley de tierras que deja intangible un latifundio capitalista de extensiones sin precedentes y entrega el subsuelo minero no renovable a la depredación ambiental y financiera de los mayores pulpos internacionales. Desenmascararía, también, la complicidad de la llamada oposición con esta política y con la concentración del Poder Ejecutivo que ella misma votó, con entusiasmo, en la Convención del ’94, cuando constitucionalizó los decretos de necesidad y urgencia y la admisibilidad -aún peor, si cabe- del veto parcial de leyes, entre otros despropósitos antidemocráticos.
El objetivo del Frente de Izquierda es poner fin al minué entre centroizquierdistas y centroderechistas que se han repartido, en todo el mundo, la tarea de descargar la bancarrota capitalista mundial sobre el pueblo que vive de su trabajo. El rescate, por parte de los Estados capitalistas, de los grandes bancos (que han quebrado bajo el veredicto implacable de su propia norma, el mercado) está implicando una enorme expropiación de la propiedad individual de los trabajadores: sus viviendas; sus ahorros previsionales, sus derechos al trabajo, a la educación y a la salud; su fuerza de trabajo (desvalorizada por la rebaja de los salarios y la desocupación masiva). El programa socialista es la única respuesta al impasse social y humano que el capitalismo representa para la humanidad. ¡Por eso crece y crece la marea de los jóvenes y trabajadores indignados! Cuando se fugan de Argentina más de dos mil millones de dólares al mes, sin que ningún poder del Estado sea capaz de ponerle coto, como no visualizar el desarrollo de una oposición política de izquierda como una herramienta de defensa del país y de los trabajadores, así como un cambio de tendencia política.
Estamos removiendo los escombros de otra izquierda, la cual se ha convertido en vertiente secundaria dentro de diversos partidos del sistema, y desarrollando el Frente de Izquierda como una alternativa política socialista.
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