Hace diez años, el 19 y 20 de diciembre de 2001, estalló el Argentinazo, un levantamiento popular que sacó a la calle a la masa popular y derrocó al gobierno de De la Rúa-Cavallo.
Digámoslo de entrada: el Argentinazo fue el ejercicio directo del derecho de revocatoria contra un gobierno agotado que fuera elegido, según los procedimientos de la democracia. Fue también la expresión de un gran giro político, esto porque el estado de sitio, que fue declarado para imponer la defensa de la propiedad contra el ‘vandalismo', se convirtió en el último clavo del gobierno de turno. Estos dos elementos -el derecho de revocatoria por medio de la acción directa, por un lado, y el frente único de las masas contra el Estado, por el otro- son las dos grandes premisas que dejó el Argentinazo para las generaciones futuras y las luchas que se aproximan. En diciembre de 1993, la tapa de Prensa Obrera anunciaba que "el Santiagueñazo (sería) el Córdobazo de los '90"; el vaticinio se cumplió. Cinco días antes del 20 de diciembre, en el pic-nic del PO, se anunciaba la inminencia de la rebelión y se convocaba a desarrollar las Asambleas Populares en todos los barrios. Desde noviembre de 2000, cuando Chacho Alvarez dejó el gobierno ("para que De la Rúa siga", advertía el editorial de Prensa Obrera), nuestro partido caracterizó la emergencia de una situación pre-revolucionaria y planteó echar al gobierno y reemplazarlo por una Asamblea Constituyente (ver discursos de Altamira en la Legislatura de la Ciudad).
Crisis capitalista: disolución económica y social
La crisis del sistema capitalista había entrado en una fase de aguda descomposición y disolución de sus ‘instituciones' económicas (bancos, etc.). La recesión económica se había transformado prácticamente en una depresión -con su secuela de quiebras y cierres de empresas, desocupación, precariedad laboral y caída de salarios. El hambre se había instalado en amplias franjas de la población. El Estado estaba en bancarrota y se consideraba inminente la declaración de ‘defol' en el pago de la deuda pública y privada. Los sucesivos planes de ‘ajuste' implementados por Menem -y luego por la Alianza de De la Rúa- habían profundizado la recesión. Pero no se trataba sólo de una particularidad nacional. Argentina, siendo uno de los eslabones más débiles de la cadena capitalista mundial, era un componente de la crisis mundial que se desarrolló después del tequilazo (México, 1994) y que abarcó diversos escenarios (Brasil, Rusia, Enron y otras).
Las derrotas de las huelgas contra las privatizaciones y la flexibilidad laboral menemista y el pase de las direcciones sindicales burocráticas al menemato (corrupción mediante: participación en las privatizaciones, en las AFJP, etc.), provocaron un reflujo en las luchas de las masas, que fue profundizado por el estallido de la crisis capitalista. Los capitalistas usaron su propia crisis, con su recesión, para golpear y desarticular la resistencia obrera. Pero la continuidad y profundización de la crisis capitalista volvió a regenerar la lucha de masas. El Argentinazo fue precedido por una amplia y creciente resistencia de masas desde el levantamiento del Santiagueñazo de 1993. La desocupación fue generando -ante la ‘borrada' de las direcciones sindicales burocráticas- la organización autónoma de los desocupados: el surgimiento del movimiento piquetero de acción directa. Los despedidos de YPF fueron la columna vertebral de los piqueteros de Cutral Có y el norte de Salta, parte fundamental de la vanguardia de este proceso. Duhalde, en su libro Memorias del Incendio, caracteriza que "así nació (entre los despedidos por la privatización de YPF) este movimiento piquetero que se dio por fuera de todas las instituciones tradicionales del gremialismo y la política. Sin embargo, al poco tiempo, las fuerzas más radicalizadas de la izquierda comenzaron a infiltrar algunas de esas nuevas agrupaciones. El blanco de las críticas de este movimiento, que adquirió una dimensión nacional y muy masiva al constituirse en el conurbano bonaerense, era el gobierno de Carlos Menem, insensible hacia los reclamos de los desocupados que su propia política económica había generado" (pág. 74).
La Alianza integró al centroizquierda y al sindicalismo burocrático opositor, así como a todo el progresismo que hoy está enganchado con los K. El Argentinazo liquidó al ala extrema del democratismo burgués, personificado por el Frepaso y la CTA, que había confesado su fracaso con anticipación, al someterse a la dirección política de la derecha de la UCR, primero; a la política de convertibilidad, después; y, por último, al convocar al gobierno, ella misma, a Domingo Cavallo. Un intento de ajustar la educación universitaria por parte del ministro López Murphy, en marzo de 2001, culminó con una huelga general docente-estudiantil que terminó tumbándolo. El fracaso frentepopulista hizo que De la Rúa -con el apoyo de la casi totalidad del establishment y del PJ opositor- convocara nuevamente a Cavallo, el artífice del régimen menemista de la convertibilidad y las privatizaciones -entrega de la jubilación y de las empresas estatales. La burguesía insistía en descargar la crisis capitalista sobre las masas.
La Asamblea Nacional Piquetera (ANP)
Fue madurando la idea de la unidad nacional piquetera. La reunión de la Asamblea Nacional Piquetera (ANP, julio de 2001), en La Matanza, fue un salto político. Dos mil delegados piqueteros de todo el país ponían en pie una coordinación nacional (reclamada en congresos piqueteros de Salta, La Matanza y otros sitios). Jorge Altamira -invitado a la Mesa junto a Claudio Lozano (CTA) y Rosa Nassif (CCC)- dio un informe político introductorio que desarrolló la perspectiva de la caída del gobierno De la Rúa-Cavallo (sobre el cual ya había escrito en Prensa Obrera, que representaba la fase final de la crisis) y aseguró que la Asamblea "convertía al movimiento piquetero en un factor, ya no parcializado, sino de conjunto en la situación nacional y, por lo tanto, en un factor político, o sea en una alternativa popular frente a los explotadores y su Estado" (Prensa Obrera, 27/7/01). No lo decía frente al hecho consumado: el Partido Obrero había desarrollado una intensa campaña en favor de esta Asamblea a partir del corte de La Matanza (en especial por la CCC), de octubre de 2000; Federico Storani, ministro del Interior, atribuiría al PO, días más tarde (principios de diciembre) una activa "conspiración política". En Salta, varios militantes del PO se encontraban detenidos por su participación en la lucha piquetera, mientras Claudio del Plá y Pablo López se encontraban en la clandestinidad debido a un pedido de captura.
La Asamblea votó, consecuentemente, la consigna "Fuera De la Rúa-Cavallo". Pero a pesar de este avance y del plan de lucha nacional votado, había estrategias diferentes. Lozano llamó a un Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo) en acuerdo con entidades patronales -o sea a moderar al gobierno existente, que ya tenía al frente a Cavallo.
Precedida por importantes luchas obreras y estudiantiles, la ANP estímuló el desarrollo nacional de nuevos reagrupamientos piqueteros de la clase obrera ocupada y desocupada. En diversos gremios se fueron imponiendo direcciones combativas. Fue un período de recomposición del movimiento obrero combativo, incluso bajo las condiciones de una crisis capitalista. Pedraza había sido derrotado en varias líneas por la "oposición Celeste", a caballo de un proceso de piquetes y cortes de vías. Huelgas mineras con ocupación en Río Turbio; ocupación y movilizaciones de apoyo a Zanón en Neuquén; huelgas de la CGT de San Lorenzo; huelgas del Soip (trabajadores del pescado) y marítimos de Mar del Plata; paros de estatales y docentes (huelga de los bonaerenses contra el pago en patacones); huelgas de los choferes de TDO (Morón); corte de pista de técnicos y trabajadores de Aerolíneas; cortes de ruta de Gatic y Alpargatas; ocupaciones de fábrica de gráficos, indicaban un nuevo ascenso en el movimiento obrero a caballo de la organización nacional del movimiento piquetero.
El 8 de diciembre, once días antes del Argentinazo, el Bloque Piquetero Nacional debutaba en una movilización con la consigna "Fuera De la Rúa-Cavallo", agrupando al ala izquierda de la ANP que mantendría la movilización el mismo día 20, de Congreso a Plaza de Mayo, ante la defección de la FTV y la CCC. El Bloque jugaría un gran papel después del 19 y 20 diciembre junto a las asambleas populares.
La crisis política
El fracaso de la Alianza para superar la crisis capitalista provocó una crisis política en el seno de la propia coalición gobernante. El vicepresidente Chacho Alvarez había presentado su renuncia en medio de escándalos por corrupción en octubre de 2000 (pero fue uno de los artífices de la vuelta de Cavallo al Ministerio de Economía meses más tarde). En las elecciones de octubre de 2001, el oficialismo se desplomó. Como producto de esto, un sector de la burguesía comenzó a preparar la alternativa de un golpe institucional. Rompiendo con la ‘tradición' parlamentaria fue designado presidente provisional del Senado el justicialista Ramón Puerta, lo que dejaba planteada una línea sucesoria ajena a De la Rúa en caso de acefalía.
En estos días, en varios medios de prensa han aparecido reportajes a De la Rúa y a varios de sus acólitos (y hasta Verbitsky), donde se plantea que su caída se debió a "un golpe de Estado" motorizado por Duhalde, Alfonsín y el FMI. Es un ninguneo a las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre. Es inevitable que en todo proceso de características revolucionarias se planteen fuertes componentes golpistas: las clases dominantes también resienten el agotamiento de su régimen de dominación y pugnan por cambiarlo. Los Kirchner no se asociaron a ese ‘golpe', porque defendieron hasta el final la convertibilidad, esto por un lado, y porque estaban empeñados en apalear a la Asamblea Popular de Río Gallegos, por el otro. En la década kirchnerista, en Santa Cruz, rigió a rajatablas la prohibición de huelga para los docentes.
Se buscó, mediante el desplazamiento de De la Rúa y/o el surgimiento de un nuevo equipo gubernamental, que se produjera -como lo reclamaba el FMI ¡desde febrero de 2001!- el abandono de la convertibilidad y una fuerte devaluación monetaria. De la Rúa jugó su última carta al pedir un gobierno de unión nacional con un jefe de Gabinete peronista. Clarín (18/12) relata cómo el mismo miércoles 19 de diciembre de 2001, a primera hora de la mañana, se hizo -convocado por el representante de las Naciones Unidas y el obispo Casaretto- una reunión en la que participaron Alfonsín, Duhalde, Bauzá, De la Sota, Aníbal Ibarra, "empresarios representantes de la industria, del campo, del comercio, la banca y la construcción... Mendiguren por la UIA... Crotto y Cabanellas por Confederaciones Rurales... sindicalistas como Daer y Hugo Moyano...". Al mediodía se sumó a la reunión el mismo De la Rúa. Allí se discutieron cambios: se planteó abiertamente la renuncia de Cavallo y se insinúo la de De la Rúa. Pero no se pudo arribar a un acuerdo: De la Rúa ‘era lento'.
Fracaso del golpe: el pueblo sale a la calle
La fuga de capitales y el retiro de depósitos llevaba al vaciamiento y quiebra del sistema bancario. Cavallo decretó el ‘corralito' -con el apoyo de numerosos gobernadores peronistas, que veían arrastrados en la debacle también a sus bancos provinciales. No se podían retirar, sino a cuentagotas, los depósitos bancarios. Crecía sin cesar la movilización popular. El 13 de diciembre, las centrales sindicales decretaron un paro general que tuvo alta adhesión, garantizado por la movilización piquetera.
De la Rúa decreta el estado de sitio en la tarde del miércoles 19, usando como argumento la necesidad de frenar las movilizaciones y saqueos a supermercados. Según sus declaraciones, los gobernadores peronistas se lo pedían a gritos. Un intento de disciplinar a la burguesía tras su gobierno y de alejar a la 'clase media' del ‘desorden'. Pero en lugar de contener a las ‘clases medias', las lanzó junto a toda la población a las calles: cacerolazos, marchas, choques con la policía. Había empezado el Argentinazo. La juventud ocupó la Plaza de Mayo y fue salvajemente reprimida. La renuncia de Cavallo, esa noche, era tardía. Al día siguiente se incrementó la movilización popular -a pesar de la salvaje represión que dejó 38 muertos. De la Rúa tuvo que presentar su renuncia. El levantamiento popular era imparable. A última hora, Moyano había llamado a la huelga general por tiempo indeterminado y la CGT de Daer a un paro de 24 horas, ambos convocando a la Plaza de Mayo. El golpe institucional había fracasado: el pueblo en la calle imponía el derrocamiento y abría peligrosamente una nueva situación política, potencialmente revolucionaria.
El balance K de estas jornadas (a las que Néstor Kirchner reprimió en Santa Cruz) es que abrieron un proceso que, con el ascenso de Kirchner en 2003, cierra el ciclo del neoliberalismo y abre el período de la "Argentina productiva" que supera definitivamente la crisis. Diez años después, el fantasma de la crisis, esta vez ‘nacional y popular', avanza nuevamente sobre Argentina. Los mismos frepasistas (Abal Medina, Garré, Marcó del Pont, Débora Giorgi), ahora aliados con ex menemistas como los K, pretenden que lograrán superar los límites infranqueables de la burguesía nacional y del capitalismo en general.
Otros afirman que el período de inquietud social y movilización que inicia el Argentinazo habría quedado superado por el resultado electoral plebiscitario del 23 de octubre pasado. Pero bastó que cerraran los comicios para que el tarifazo y los impuestazos inauguraran una nueva crisis política a varias bandas: choque final contra Clarín, enfrentamiento con Scioli, encontronazo con Moyano.
Más que nunca se plantea reforzar al Partido Obrero, para desarrollar la tendencia iniciada por el Frente de Izquierda y una nueva dirección revolucionaria del movimiento obrero.
Digámoslo de entrada: el Argentinazo fue el ejercicio directo del derecho de revocatoria contra un gobierno agotado que fuera elegido, según los procedimientos de la democracia. Fue también la expresión de un gran giro político, esto porque el estado de sitio, que fue declarado para imponer la defensa de la propiedad contra el ‘vandalismo', se convirtió en el último clavo del gobierno de turno. Estos dos elementos -el derecho de revocatoria por medio de la acción directa, por un lado, y el frente único de las masas contra el Estado, por el otro- son las dos grandes premisas que dejó el Argentinazo para las generaciones futuras y las luchas que se aproximan. En diciembre de 1993, la tapa de Prensa Obrera anunciaba que "el Santiagueñazo (sería) el Córdobazo de los '90"; el vaticinio se cumplió. Cinco días antes del 20 de diciembre, en el pic-nic del PO, se anunciaba la inminencia de la rebelión y se convocaba a desarrollar las Asambleas Populares en todos los barrios. Desde noviembre de 2000, cuando Chacho Alvarez dejó el gobierno ("para que De la Rúa siga", advertía el editorial de Prensa Obrera), nuestro partido caracterizó la emergencia de una situación pre-revolucionaria y planteó echar al gobierno y reemplazarlo por una Asamblea Constituyente (ver discursos de Altamira en la Legislatura de la Ciudad).
Crisis capitalista: disolución económica y social
La crisis del sistema capitalista había entrado en una fase de aguda descomposición y disolución de sus ‘instituciones' económicas (bancos, etc.). La recesión económica se había transformado prácticamente en una depresión -con su secuela de quiebras y cierres de empresas, desocupación, precariedad laboral y caída de salarios. El hambre se había instalado en amplias franjas de la población. El Estado estaba en bancarrota y se consideraba inminente la declaración de ‘defol' en el pago de la deuda pública y privada. Los sucesivos planes de ‘ajuste' implementados por Menem -y luego por la Alianza de De la Rúa- habían profundizado la recesión. Pero no se trataba sólo de una particularidad nacional. Argentina, siendo uno de los eslabones más débiles de la cadena capitalista mundial, era un componente de la crisis mundial que se desarrolló después del tequilazo (México, 1994) y que abarcó diversos escenarios (Brasil, Rusia, Enron y otras).
Las derrotas de las huelgas contra las privatizaciones y la flexibilidad laboral menemista y el pase de las direcciones sindicales burocráticas al menemato (corrupción mediante: participación en las privatizaciones, en las AFJP, etc.), provocaron un reflujo en las luchas de las masas, que fue profundizado por el estallido de la crisis capitalista. Los capitalistas usaron su propia crisis, con su recesión, para golpear y desarticular la resistencia obrera. Pero la continuidad y profundización de la crisis capitalista volvió a regenerar la lucha de masas. El Argentinazo fue precedido por una amplia y creciente resistencia de masas desde el levantamiento del Santiagueñazo de 1993. La desocupación fue generando -ante la ‘borrada' de las direcciones sindicales burocráticas- la organización autónoma de los desocupados: el surgimiento del movimiento piquetero de acción directa. Los despedidos de YPF fueron la columna vertebral de los piqueteros de Cutral Có y el norte de Salta, parte fundamental de la vanguardia de este proceso. Duhalde, en su libro Memorias del Incendio, caracteriza que "así nació (entre los despedidos por la privatización de YPF) este movimiento piquetero que se dio por fuera de todas las instituciones tradicionales del gremialismo y la política. Sin embargo, al poco tiempo, las fuerzas más radicalizadas de la izquierda comenzaron a infiltrar algunas de esas nuevas agrupaciones. El blanco de las críticas de este movimiento, que adquirió una dimensión nacional y muy masiva al constituirse en el conurbano bonaerense, era el gobierno de Carlos Menem, insensible hacia los reclamos de los desocupados que su propia política económica había generado" (pág. 74).
La Alianza integró al centroizquierda y al sindicalismo burocrático opositor, así como a todo el progresismo que hoy está enganchado con los K. El Argentinazo liquidó al ala extrema del democratismo burgués, personificado por el Frepaso y la CTA, que había confesado su fracaso con anticipación, al someterse a la dirección política de la derecha de la UCR, primero; a la política de convertibilidad, después; y, por último, al convocar al gobierno, ella misma, a Domingo Cavallo. Un intento de ajustar la educación universitaria por parte del ministro López Murphy, en marzo de 2001, culminó con una huelga general docente-estudiantil que terminó tumbándolo. El fracaso frentepopulista hizo que De la Rúa -con el apoyo de la casi totalidad del establishment y del PJ opositor- convocara nuevamente a Cavallo, el artífice del régimen menemista de la convertibilidad y las privatizaciones -entrega de la jubilación y de las empresas estatales. La burguesía insistía en descargar la crisis capitalista sobre las masas.
La Asamblea Nacional Piquetera (ANP)
Fue madurando la idea de la unidad nacional piquetera. La reunión de la Asamblea Nacional Piquetera (ANP, julio de 2001), en La Matanza, fue un salto político. Dos mil delegados piqueteros de todo el país ponían en pie una coordinación nacional (reclamada en congresos piqueteros de Salta, La Matanza y otros sitios). Jorge Altamira -invitado a la Mesa junto a Claudio Lozano (CTA) y Rosa Nassif (CCC)- dio un informe político introductorio que desarrolló la perspectiva de la caída del gobierno De la Rúa-Cavallo (sobre el cual ya había escrito en Prensa Obrera, que representaba la fase final de la crisis) y aseguró que la Asamblea "convertía al movimiento piquetero en un factor, ya no parcializado, sino de conjunto en la situación nacional y, por lo tanto, en un factor político, o sea en una alternativa popular frente a los explotadores y su Estado" (Prensa Obrera, 27/7/01). No lo decía frente al hecho consumado: el Partido Obrero había desarrollado una intensa campaña en favor de esta Asamblea a partir del corte de La Matanza (en especial por la CCC), de octubre de 2000; Federico Storani, ministro del Interior, atribuiría al PO, días más tarde (principios de diciembre) una activa "conspiración política". En Salta, varios militantes del PO se encontraban detenidos por su participación en la lucha piquetera, mientras Claudio del Plá y Pablo López se encontraban en la clandestinidad debido a un pedido de captura.
La Asamblea votó, consecuentemente, la consigna "Fuera De la Rúa-Cavallo". Pero a pesar de este avance y del plan de lucha nacional votado, había estrategias diferentes. Lozano llamó a un Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo) en acuerdo con entidades patronales -o sea a moderar al gobierno existente, que ya tenía al frente a Cavallo.
Precedida por importantes luchas obreras y estudiantiles, la ANP estímuló el desarrollo nacional de nuevos reagrupamientos piqueteros de la clase obrera ocupada y desocupada. En diversos gremios se fueron imponiendo direcciones combativas. Fue un período de recomposición del movimiento obrero combativo, incluso bajo las condiciones de una crisis capitalista. Pedraza había sido derrotado en varias líneas por la "oposición Celeste", a caballo de un proceso de piquetes y cortes de vías. Huelgas mineras con ocupación en Río Turbio; ocupación y movilizaciones de apoyo a Zanón en Neuquén; huelgas de la CGT de San Lorenzo; huelgas del Soip (trabajadores del pescado) y marítimos de Mar del Plata; paros de estatales y docentes (huelga de los bonaerenses contra el pago en patacones); huelgas de los choferes de TDO (Morón); corte de pista de técnicos y trabajadores de Aerolíneas; cortes de ruta de Gatic y Alpargatas; ocupaciones de fábrica de gráficos, indicaban un nuevo ascenso en el movimiento obrero a caballo de la organización nacional del movimiento piquetero.
El 8 de diciembre, once días antes del Argentinazo, el Bloque Piquetero Nacional debutaba en una movilización con la consigna "Fuera De la Rúa-Cavallo", agrupando al ala izquierda de la ANP que mantendría la movilización el mismo día 20, de Congreso a Plaza de Mayo, ante la defección de la FTV y la CCC. El Bloque jugaría un gran papel después del 19 y 20 diciembre junto a las asambleas populares.
La crisis política
El fracaso de la Alianza para superar la crisis capitalista provocó una crisis política en el seno de la propia coalición gobernante. El vicepresidente Chacho Alvarez había presentado su renuncia en medio de escándalos por corrupción en octubre de 2000 (pero fue uno de los artífices de la vuelta de Cavallo al Ministerio de Economía meses más tarde). En las elecciones de octubre de 2001, el oficialismo se desplomó. Como producto de esto, un sector de la burguesía comenzó a preparar la alternativa de un golpe institucional. Rompiendo con la ‘tradición' parlamentaria fue designado presidente provisional del Senado el justicialista Ramón Puerta, lo que dejaba planteada una línea sucesoria ajena a De la Rúa en caso de acefalía.
En estos días, en varios medios de prensa han aparecido reportajes a De la Rúa y a varios de sus acólitos (y hasta Verbitsky), donde se plantea que su caída se debió a "un golpe de Estado" motorizado por Duhalde, Alfonsín y el FMI. Es un ninguneo a las jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre. Es inevitable que en todo proceso de características revolucionarias se planteen fuertes componentes golpistas: las clases dominantes también resienten el agotamiento de su régimen de dominación y pugnan por cambiarlo. Los Kirchner no se asociaron a ese ‘golpe', porque defendieron hasta el final la convertibilidad, esto por un lado, y porque estaban empeñados en apalear a la Asamblea Popular de Río Gallegos, por el otro. En la década kirchnerista, en Santa Cruz, rigió a rajatablas la prohibición de huelga para los docentes.
Se buscó, mediante el desplazamiento de De la Rúa y/o el surgimiento de un nuevo equipo gubernamental, que se produjera -como lo reclamaba el FMI ¡desde febrero de 2001!- el abandono de la convertibilidad y una fuerte devaluación monetaria. De la Rúa jugó su última carta al pedir un gobierno de unión nacional con un jefe de Gabinete peronista. Clarín (18/12) relata cómo el mismo miércoles 19 de diciembre de 2001, a primera hora de la mañana, se hizo -convocado por el representante de las Naciones Unidas y el obispo Casaretto- una reunión en la que participaron Alfonsín, Duhalde, Bauzá, De la Sota, Aníbal Ibarra, "empresarios representantes de la industria, del campo, del comercio, la banca y la construcción... Mendiguren por la UIA... Crotto y Cabanellas por Confederaciones Rurales... sindicalistas como Daer y Hugo Moyano...". Al mediodía se sumó a la reunión el mismo De la Rúa. Allí se discutieron cambios: se planteó abiertamente la renuncia de Cavallo y se insinúo la de De la Rúa. Pero no se pudo arribar a un acuerdo: De la Rúa ‘era lento'.
Fracaso del golpe: el pueblo sale a la calle
La fuga de capitales y el retiro de depósitos llevaba al vaciamiento y quiebra del sistema bancario. Cavallo decretó el ‘corralito' -con el apoyo de numerosos gobernadores peronistas, que veían arrastrados en la debacle también a sus bancos provinciales. No se podían retirar, sino a cuentagotas, los depósitos bancarios. Crecía sin cesar la movilización popular. El 13 de diciembre, las centrales sindicales decretaron un paro general que tuvo alta adhesión, garantizado por la movilización piquetera.
De la Rúa decreta el estado de sitio en la tarde del miércoles 19, usando como argumento la necesidad de frenar las movilizaciones y saqueos a supermercados. Según sus declaraciones, los gobernadores peronistas se lo pedían a gritos. Un intento de disciplinar a la burguesía tras su gobierno y de alejar a la 'clase media' del ‘desorden'. Pero en lugar de contener a las ‘clases medias', las lanzó junto a toda la población a las calles: cacerolazos, marchas, choques con la policía. Había empezado el Argentinazo. La juventud ocupó la Plaza de Mayo y fue salvajemente reprimida. La renuncia de Cavallo, esa noche, era tardía. Al día siguiente se incrementó la movilización popular -a pesar de la salvaje represión que dejó 38 muertos. De la Rúa tuvo que presentar su renuncia. El levantamiento popular era imparable. A última hora, Moyano había llamado a la huelga general por tiempo indeterminado y la CGT de Daer a un paro de 24 horas, ambos convocando a la Plaza de Mayo. El golpe institucional había fracasado: el pueblo en la calle imponía el derrocamiento y abría peligrosamente una nueva situación política, potencialmente revolucionaria.
El balance K de estas jornadas (a las que Néstor Kirchner reprimió en Santa Cruz) es que abrieron un proceso que, con el ascenso de Kirchner en 2003, cierra el ciclo del neoliberalismo y abre el período de la "Argentina productiva" que supera definitivamente la crisis. Diez años después, el fantasma de la crisis, esta vez ‘nacional y popular', avanza nuevamente sobre Argentina. Los mismos frepasistas (Abal Medina, Garré, Marcó del Pont, Débora Giorgi), ahora aliados con ex menemistas como los K, pretenden que lograrán superar los límites infranqueables de la burguesía nacional y del capitalismo en general.
Otros afirman que el período de inquietud social y movilización que inicia el Argentinazo habría quedado superado por el resultado electoral plebiscitario del 23 de octubre pasado. Pero bastó que cerraran los comicios para que el tarifazo y los impuestazos inauguraran una nueva crisis política a varias bandas: choque final contra Clarín, enfrentamiento con Scioli, encontronazo con Moyano.
Más que nunca se plantea reforzar al Partido Obrero, para desarrollar la tendencia iniciada por el Frente de Izquierda y una nueva dirección revolucionaria del movimiento obrero.
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