El jueves 15, la Cámara de Diputados dio media sanción a un paquete de leyes que complementan la llamada "ley antiterrorista" aprobada en 2007 bajo el gobierno de Néstor Kirchner. Aquella ley fue impuesta por el Departamento de Estado norteamericano y Bush en función de su llamada "guerra global". Ahora, es presentada para calificar a Argentina como "país apto" para la recepción de "inversiones directas".
La aprobación en Diputados estuvo asegurada por las bancadas del Frente para la Victoria, del Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella y Carlos Heller y de algunos aliados provinciales como el MPN neuquino. La apoyaron los (no tan) muchachos de La Cámpora. La demagogia oficial la presentó como una herramienta para perseguir a especuladores, cuando, como lo demuestra el procesamiento a los luchadores y la condena de las huelgas como "extorsivas", tiene su mira puesta en las luchas obreras y populares. No en vano, la modificación de la ley penal tributaria deja intactas las prerrogativas de los banqueros, los empresarios del juego, los especuladores inmobiliarios y las grandes corporaciones, que en el último año fugaron más de 22.000 millones de dólares. El FAP de Binner, Donda y De Gennaro, por ejemplo, se declaró abiertamente partidario de "una ley que cumpla con las exigencias del GAFI" (comunicado del interbloque FAP, en http://bit.ly/rDf39j).
La infamia nacional y popular
En los considerandos del proyecto de modificación del Código Penal se citan los "dos tremendos ataques sufridos en su propio territorio", en referencia a los atentados a la Embajada de Israel y a la Amia. Pero ambos "tremendos ataques" permanecen impunes por el ocultamiento deliberado del Estado argentino, de la CIA y del sionista Mossad; el gobierno K ha manipulado hasta el hartazgo el caso Amia para alinearlo con ‘la política de seguridad' de Obama.
El proyecto es un engendro. Declara, no en sus disposiciones sino en sus fundamentos, que "quedan terminantemente excluidos de cualquier interpretación criminalizante los hechos de protesta social, toda vez que éstos están dirigidos a reclamar por derechos individuales o colectivos", e incluso "en el supuesto que pudieran transgredir la ley penal", no dejarían de constituir "el ejercicio de un derecho constitucional". O sea que la ‘la ley antiterrorista' asegura que quedarían fuera del Código Penal las acciones que el Código castiga. Una verdadera impostura.
La letra de la ley define como actividad "terrorista" a aquella que tiene por finalidad "obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo". Esto otorga al Estado herramientas de una amplitud enorme, pero no repara que de acuerdo a este texto el gobierno entero podría ser acusado de ‘terrorista' por realizar acciones que obstaculizan el pago a los acreedores que ganaron litigios en el Ciadi, un tribunal del Banco Mundial. Los compañeros ferroviarios de Mariano Ferreyra todavía se encuentran procesados por "extorsión" -a instancias del gobierno y del ministerio que conduce Nilda Garré-, por haber participado de una protesta colectiva en reclamo del cumplimiento de los compromisos asumidos por la cartera de Trabajo respecto al pase a planta de los tercerizados. (ver artículo más abajo).
En 1974, los diputados de la JP -entre ellos, un joven Carlos Kunkel- renunciaron a sus bancas ante la aprobación de las leyes "antisubversivas" impulsadas por el mismísimo Juan Domingo Perón. Hoy, 35 años más tarde, Kunkel vota disciplinadamente esta legislación "antiterrorista" que le ordenaron desde Estados Unidos.
¡Abajo la ley terrorista del Gafi!
La aprobación en Diputados estuvo asegurada por las bancadas del Frente para la Victoria, del Nuevo Encuentro de Martín Sabbatella y Carlos Heller y de algunos aliados provinciales como el MPN neuquino. La apoyaron los (no tan) muchachos de La Cámpora. La demagogia oficial la presentó como una herramienta para perseguir a especuladores, cuando, como lo demuestra el procesamiento a los luchadores y la condena de las huelgas como "extorsivas", tiene su mira puesta en las luchas obreras y populares. No en vano, la modificación de la ley penal tributaria deja intactas las prerrogativas de los banqueros, los empresarios del juego, los especuladores inmobiliarios y las grandes corporaciones, que en el último año fugaron más de 22.000 millones de dólares. El FAP de Binner, Donda y De Gennaro, por ejemplo, se declaró abiertamente partidario de "una ley que cumpla con las exigencias del GAFI" (comunicado del interbloque FAP, en http://bit.ly/rDf39j).
La infamia nacional y popular
En los considerandos del proyecto de modificación del Código Penal se citan los "dos tremendos ataques sufridos en su propio territorio", en referencia a los atentados a la Embajada de Israel y a la Amia. Pero ambos "tremendos ataques" permanecen impunes por el ocultamiento deliberado del Estado argentino, de la CIA y del sionista Mossad; el gobierno K ha manipulado hasta el hartazgo el caso Amia para alinearlo con ‘la política de seguridad' de Obama.
El proyecto es un engendro. Declara, no en sus disposiciones sino en sus fundamentos, que "quedan terminantemente excluidos de cualquier interpretación criminalizante los hechos de protesta social, toda vez que éstos están dirigidos a reclamar por derechos individuales o colectivos", e incluso "en el supuesto que pudieran transgredir la ley penal", no dejarían de constituir "el ejercicio de un derecho constitucional". O sea que la ‘la ley antiterrorista' asegura que quedarían fuera del Código Penal las acciones que el Código castiga. Una verdadera impostura.
La letra de la ley define como actividad "terrorista" a aquella que tiene por finalidad "obligar a las autoridades públicas nacionales o gobiernos extranjeros o agentes de una organización internacional a realizar un acto o abstenerse de hacerlo". Esto otorga al Estado herramientas de una amplitud enorme, pero no repara que de acuerdo a este texto el gobierno entero podría ser acusado de ‘terrorista' por realizar acciones que obstaculizan el pago a los acreedores que ganaron litigios en el Ciadi, un tribunal del Banco Mundial. Los compañeros ferroviarios de Mariano Ferreyra todavía se encuentran procesados por "extorsión" -a instancias del gobierno y del ministerio que conduce Nilda Garré-, por haber participado de una protesta colectiva en reclamo del cumplimiento de los compromisos asumidos por la cartera de Trabajo respecto al pase a planta de los tercerizados. (ver artículo más abajo).
En 1974, los diputados de la JP -entre ellos, un joven Carlos Kunkel- renunciaron a sus bancas ante la aprobación de las leyes "antisubversivas" impulsadas por el mismísimo Juan Domingo Perón. Hoy, 35 años más tarde, Kunkel vota disciplinadamente esta legislación "antiterrorista" que le ordenaron desde Estados Unidos.
¡Abajo la ley terrorista del Gafi!
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