Ninguno
de los 17 imputados accedió a declarar. Todos ellos se reservaron la
posibilidad de “hacerlo más adelante”. Pedraza, sus patoteros y los
policías que participaron del plan criminal decidieron ampararse
cobardemente en el silencio y especular con el desarrollo del juicio.
Proclaman su inocencia en “cartas abiertas” y solicitadas, pero se
niegan a responder a las preguntas de los abogados en un interrogatorio
público. Fuera del tribunal, los Pedraza apelan a la intimidación contra
testigos y trabajadores ferroviarios. Juegan a fondo en el copamiento
oficialista de la CGT y a la alianza con la burocracia de los ´gordos´ y
los Gerardo Martínez, con la expectativa de arrancar al poder político
un compromiso de impunidad. Dentro del tribunal, las pruebas reunidas
contra los 17 son abrumadoras.
Los compañeros de Mariano toman la palabra
Al cierre de esta edición, declararon
cuatro compañeros de Mariano, presentes en el lugar y el momento del
crimen: Nelson Aguirre, Lisandro Martínez, Eduardo “Chiquito” Belliboni y
el abogado Gustavo Mendieta. Por primera vez, desde que comenzó el
juicio, en la sala de audiencias comenzó a brotar la verdad de labios de
los protagonistas de la situación. Los compañeros relataron
pormenorizadamente el desarrollo de los hechos en la cara misma de los
imputados presentes en la sala.Todos ellos describieron el intento de
subir el terraplén a la altura de Barracas, la primera agresión de la
patota a pedradas, la represión con balas de goma de la infantería, el
repliegue sobre la calle Luján, los compañeros heridos, la asamblea que
decide dar por concluida la movilización, la marcha hacia la avenida
Vélez Sarsfield para desconcentrar, la embestida a la carrera del
centenar de patoteros, el improvisado cordón para contenerlos y
resguardar al resto que continúa marchando, la agresión a piedrazos y
botellazos, los disparos, las heridas que recibió, Mariano caído, la
patota que huye, Elsa, la ambulancia, el hospital Argerich, la
concentración en Callao y Corrientes…
“Formamos un cordón de quince o veinte
compañeros para contener a la patota que corría hacia nosotros, porque
pensamos que si nos alcanzaban el resultado podía ser todavía peor.
Improvisamos el cordón para proteger a los compañeros más vulnerables,
en la columna había mujeres mayores y chicos”, relató Nelson, que lloró
al recordar a Mariano.
Lisandro Martínez, dirigente del PO de
la zona sur del Gran Buenos Aires, explicó el conflicto de los
tercerizados: “Los reclamos estaban originados en el despido de 117
trabajadores de las contratistas y en la diferenciación salarial que hay
entre un trabajador de planta y un tercerizado. También denunciamos que
quienes reciben el dinero del Estado para el pago de salarios, retienen
parte del dinero que va directamente al bolsillo de los empresarios. En
una de las asambleas recibimos la denuncia de uno de los gerentes de
Ugofe que reclamaba que la empresa pagaba a los jerárquicos un 30% menos
de lo que recibía del Estado para esos sueldos”. Señaló que en julio de
aquel año, un corte de vías a la altura de Avellaneda había dado lugar a
reuniones, pero que luego de 23 audiencias en el Ministerio de Trabajo y
en la Secretaría de Transporte, que no arrojaron ningún resultado, los
tercerizados resolvieron volver a cortar las vías el 20 de octubre.
Luego realizó una pormenorizada descripción de los hechos y de uno de
los tiradores. “La patota en ningún momento se propuso traspasar el
cordón que habíamos formado. Tiraron y huyeron. Tiraron a matar porque
defendían un negocio”, declaró.
Eduardo Belliboni relató nuevamente el
recorrido de la manifestación y se explayó en particular sobre el ataque
de la patota: “En un momento, Nelson me advierte ´están tirando con
plomo´. Me di vuelta y lo vi con el pantalón ensangrentado. Entonces vi a
una persona de remera celeste o gris que disparaba agazapado, con las
rodillas flexionadas en el medio de la calle, apuntando al cuerpo.
Cuando la jueza Wilma López me preguntó si lo reconocía le dije que no,
pero después de verlo en los medios, vi que esa persona era Cristian
Favale”. “Chiquito” y Lisandro describieron la actuación policial como
“funcional a la patota”.
El último en declarar fue Gustavo
Mendieta, que era el abogado de los trabajadores tercerizados y en ese
carácter participó de la movilización del 20 de octubre del 2010. Su
testimonio tuvo el valor de poner de manifiesto las permanentes
dilaciones de la Ugofe y el Ministerio de Trabajo contra el reclamo de
los trabajadores tercerizados. Señaló que los funcionarios del
Ministerio de Trabajo le habían expresado que la Unión Ferroviaria y La
Fraternidad eran las que más se oponían a la reincorporación de los
despedidos y al pase a planta de los tercerizados ferroviarios. Algunos
abogados defensores intentaron desacreditar su testimonio mediante
chicanas formales. Llegaron al absurdo de pedir su procesamiento por
“falso testimonio” y su inmediata detención, queriendo colocar a las
víctimas en el banquillo de los acusados. La fiscalía y las querellas
rechazaron de plano ambos pedidos. El Tribunal desestimó el pedido de
detención y difirió para el momento de la sentencia pronunciarse sobre
el pedido de las defensas.
La primera etapa del juicio, que insumió
cuatro jornadas y media, transcurrió de este modo: con la exhibición de
los videos y audios acumulados durante la investigación (algo
innecesario, ya que las partes los conocen desde hace meses) y la
lectura de las declaraciones de los diecisiete imputados, que se negaron
a declarar.
A la luz de los testimonios -todavía
deben declarar más de 30 compañeros que participaron de la movilización-
queda cada vez más claro que las pruebas contra Pedraza, la patota y la
policía son abrumadoras. Mientras la patota mantiene su silencio, la
verdad comienza a resonar dentro de la sala de audiencias.
Jacyn
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