EL REPUNTE ECONOMICO DE LA CRISIS
Los datos del primer trimestre del año anuncian una recuperación de más del 7% en la producción industrial y del 10% en la producción agraria, mientras que el crédito al consumo repuntó un 30% respecto del mismo período del año anterior. “Argentina parece volar” (Clarín, 27/4), señala un columnista económico.
Los funcionarios que destacan esta recuperación no tienen el mismo rigor para señalar el alcance del derrumbe económico que se produjo en 2009. El producto bruto cayó casi el 4%, similar al registrado bajo la tremenda crisis del tequila (1995). La caída en la inversión bruta llegó al 13%, o sea que se destruyó un 3% del equipo durable de producción. En 2009, las ventas minoristas cayeron un 10% en valor, a pesar de una inflación que no fue inferior al 20%. Se trata, entonces, de un retroceso de entre el 25 y 30% en el volumen de mercaderías vendidas. La producción automotriz fue la mitad de la de los años anteriores y el consumo interno de acero se retrajo en casi un 40%. Aunque Argentina no sufrió en 2009 una crisis bancaria, la bancarrota capitalista se expresó en una crisis comercial e industrial de envergadura.
Recuperación internacional
El “repunte” argentino es común a la mayoría de las llamadas economías “emergentes”. La India reportó un crecimiento de “dos digitos” para la producción industrial del último semestre; la misma tendencia se observa en Rusia e Indonesia. La razón de este repunte es, en primer lugar, la demanda china, incentivada por una inyección fiscal y un bombeo monetario sin precedentes. Esta inyección a la demanda elevó los precios de la soja, el mineral de hierro, el caucho o el petróleo, engrosando las reservas de los países exportadores. La economía de los ‘emergentes’ se ha recalentado también con el ingreso de capitales especulativos a sus mercados financieros, provenientes de Estados Unidos y Japón, donde toman préstamos a tasas cero de interés. Los más de dos billones y medio de dólares que la Reserva Federal entregó a la banca en quiebra a tasas absurdamente bajas fueron parcialmente reciclados a los “emergentes”. Para América Latina, ese “reflujo” de capitales alcanzó a los 60.000 millones de dólares desde abril de 2009. En esa cifra principalmente fue acaparada por Brasil.
El ingreso de capitales especulativos dió lugar a una valorización de las monedas en las “estrellas emergentes”, exponiendo a sus producciones a la competencia de las potencias industriales. Argentina ya está experimentando esta presión, como lo revela la crisis comercial con China, con Brasil y con la Unión Europea.
Otra vez, la crisis mundial
Con el canje de deuda y el manotazo a las reservas, el kirchnerismo ha incentivado este proceso especulativo. Esto es lo que ‘vuela’ –una espectacular subida de los bonos de la deuda pública y una ‘bicicleta’ con el dólar fijo, lo que produce una tasa de interés del 12%, pero en dólares. Pero la bicicleta podría terminar abruptamente: la bancarrota europea atizó un retorno de los especuladores hacia los Estados Unidos y Japón. Brasil ha sufrido una devaluación del real, que se profundizará, según se estima, de aquí en más. Mientras crece el déficit fiscal, se agotan los recursos de la Anses y del Banco Central para financiarlo.
Recuperación inconsistente
Los límites de la “recuperación” kirchnerista están dictados por el cuadro de conjunto de la crisis mundial; ello se aprecia en las decisiones patronales en materia de inversión y la ocupación laboral. En lo que respecta a la inversión, “apenas creció un 4% interanual en el primer trimestre” (La Nación, 2/5), después de la caída de dos dígitos del año anterior. En cuanto al empleo, sólo se espera que la tasa de desocupación de 2009 se “estabilice”, después de que la crisis destruyera 400.000 trabajos formales en un año y medio. Un economista laboral señala que “los tipos de empleo que crecieron son el público y las modalidades informales -cuentapropismo” (Ambito, 29/4). Erróneamente, confunde con “empleo” a las actividades en los márgenes, no en la industria, el gran comercio y servicios en gran escala.
El crédito al consumo, financiado por el ingreso de capital especulativo, o sea mayor deuda externa, choca contra un salario corroído, mes a mes, por la inflación creciente. Para quienes están en negro y no reciben aumentos, la caída del salario es aún mayor. Por eso, las ventas de alimentos y otros bienes esenciales apenas recuperaron la mitad de la caída experimentada en 2009.
Más que a “la superación de la crisis”, estamos asistiendo a un episodio de la propia crisis. La “primavera” económica se origina a partir de las contradicciones de la bancarrota capitalista mundial y encontrará su fin por ellas mismas.
Los datos del primer trimestre del año anuncian una recuperación de más del 7% en la producción industrial y del 10% en la producción agraria, mientras que el crédito al consumo repuntó un 30% respecto del mismo período del año anterior. “Argentina parece volar” (Clarín, 27/4), señala un columnista económico.
Los funcionarios que destacan esta recuperación no tienen el mismo rigor para señalar el alcance del derrumbe económico que se produjo en 2009. El producto bruto cayó casi el 4%, similar al registrado bajo la tremenda crisis del tequila (1995). La caída en la inversión bruta llegó al 13%, o sea que se destruyó un 3% del equipo durable de producción. En 2009, las ventas minoristas cayeron un 10% en valor, a pesar de una inflación que no fue inferior al 20%. Se trata, entonces, de un retroceso de entre el 25 y 30% en el volumen de mercaderías vendidas. La producción automotriz fue la mitad de la de los años anteriores y el consumo interno de acero se retrajo en casi un 40%. Aunque Argentina no sufrió en 2009 una crisis bancaria, la bancarrota capitalista se expresó en una crisis comercial e industrial de envergadura.
Recuperación internacional
El “repunte” argentino es común a la mayoría de las llamadas economías “emergentes”. La India reportó un crecimiento de “dos digitos” para la producción industrial del último semestre; la misma tendencia se observa en Rusia e Indonesia. La razón de este repunte es, en primer lugar, la demanda china, incentivada por una inyección fiscal y un bombeo monetario sin precedentes. Esta inyección a la demanda elevó los precios de la soja, el mineral de hierro, el caucho o el petróleo, engrosando las reservas de los países exportadores. La economía de los ‘emergentes’ se ha recalentado también con el ingreso de capitales especulativos a sus mercados financieros, provenientes de Estados Unidos y Japón, donde toman préstamos a tasas cero de interés. Los más de dos billones y medio de dólares que la Reserva Federal entregó a la banca en quiebra a tasas absurdamente bajas fueron parcialmente reciclados a los “emergentes”. Para América Latina, ese “reflujo” de capitales alcanzó a los 60.000 millones de dólares desde abril de 2009. En esa cifra principalmente fue acaparada por Brasil.
El ingreso de capitales especulativos dió lugar a una valorización de las monedas en las “estrellas emergentes”, exponiendo a sus producciones a la competencia de las potencias industriales. Argentina ya está experimentando esta presión, como lo revela la crisis comercial con China, con Brasil y con la Unión Europea.
Otra vez, la crisis mundial
Con el canje de deuda y el manotazo a las reservas, el kirchnerismo ha incentivado este proceso especulativo. Esto es lo que ‘vuela’ –una espectacular subida de los bonos de la deuda pública y una ‘bicicleta’ con el dólar fijo, lo que produce una tasa de interés del 12%, pero en dólares. Pero la bicicleta podría terminar abruptamente: la bancarrota europea atizó un retorno de los especuladores hacia los Estados Unidos y Japón. Brasil ha sufrido una devaluación del real, que se profundizará, según se estima, de aquí en más. Mientras crece el déficit fiscal, se agotan los recursos de la Anses y del Banco Central para financiarlo.
Recuperación inconsistente
Los límites de la “recuperación” kirchnerista están dictados por el cuadro de conjunto de la crisis mundial; ello se aprecia en las decisiones patronales en materia de inversión y la ocupación laboral. En lo que respecta a la inversión, “apenas creció un 4% interanual en el primer trimestre” (La Nación, 2/5), después de la caída de dos dígitos del año anterior. En cuanto al empleo, sólo se espera que la tasa de desocupación de 2009 se “estabilice”, después de que la crisis destruyera 400.000 trabajos formales en un año y medio. Un economista laboral señala que “los tipos de empleo que crecieron son el público y las modalidades informales -cuentapropismo” (Ambito, 29/4). Erróneamente, confunde con “empleo” a las actividades en los márgenes, no en la industria, el gran comercio y servicios en gran escala.
El crédito al consumo, financiado por el ingreso de capital especulativo, o sea mayor deuda externa, choca contra un salario corroído, mes a mes, por la inflación creciente. Para quienes están en negro y no reciben aumentos, la caída del salario es aún mayor. Por eso, las ventas de alimentos y otros bienes esenciales apenas recuperaron la mitad de la caída experimentada en 2009.
Más que a “la superación de la crisis”, estamos asistiendo a un episodio de la propia crisis. La “primavera” económica se origina a partir de las contradicciones de la bancarrota capitalista mundial y encontrará su fin por ellas mismas.
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