martes, 8 de noviembre de 2011

Una corrida cambiaria y una crisis política

Tuvieron que fugarse del país 7.000 millones de dólares en menos de noventa días para que el gobierno admitiera la existencia de un “golpe especulativo” y dispusiera de medidas intervencionistas en el mercado de cambios. Mucho antes de que eso ocurriera, el Frente de Izquierda denunció esta sangría en el curso de la campaña electoral y planteó la apertura de los libros de las grandes corporaciones y bancos, así como el control obrero de sus operaciones. El intervencionismo oficial sólo apunta a arrancarle una tregua a los especuladores para preparar la devaluación. En los hechos, ha establecido un ‘corralito’ para los pequeños ahorristas.


 El corralito oficial
Los nuevos controles oficiales han clausurado virtualmente el mercado minorista de cambios. Según datos del propio Banco Central, sólo el 3% de las compras de dólares se canalizan a través del cambio minorista. Mientras tanto, cuatro bancos internacionales -por cuenta y orden de sus grandes clientes- movilizan el 80% del mercado cambiario. La decisión de obligar a petroleras y mineras a liquidar las divisas de sus exportaciones en el país es puramente cosmética, porque pueden invertir los pesos al 20/30% anual y, gracias al seguro de cambio establecido por el Banco Central, convertirlos en dólares oportunamente.

De la crisis mundial a la crisis política
Esta corrida está lejos de ser una mera cuestión monetaria. Esta crisis se ha incubado cuando las exportaciones y las reservas de divisas engordaban al calor del alza especulativa del precio de la soja, que rigió desde fines de 2009 hasta hace poco tiempo. El ingreso de dólares a la Argentina -y, en general, a los países “emergentes”- alimentó una enorme liquidez monetaria, la cual fue a parar a la compra de títulos públicos, a la bolsa o a fideicomisos que financiaron el crédito de consumo a tasas usurarias. Los que viven de su trabajo pagaron esa especulación con un salto cualitativo de la inflación. Esta creciente acumulación de activos líquidos es la que se dispara ahora fuera del país, en función de una especulación para devaluar el peso. Asimismo, hay una fuerte salida de divisas en los ‘países emergentes’ para hacer frente a las deudas de las casas matrices en Europa y Estados Unidos. La crisis en Europa, en este momento, fue detonada por una salida de dólares -por parte de los fondos norteamericanos- que dejó sin financiación a los bancos del viejo mundo. La fuga de capitales está vinculada a la bancarrota capitalista.

Devaluación a plazo fijo
La estación terminal de la corrida cambiaria es la devaluación de la moneda, que la burguesía industrial, los agroexportadores y el propio capital financiero (cada uno con sus propios intereses) reclaman a gritos. La devaluación abatiría el salario, el gasto social y, principalmente, los activos en pesos en poder de la Anses y de las provincias, que se han endeudado al 12% anual en dólares. Para los especuladores financieros, que han acaparado los dólares, la devaluación sería un negoción. Las reservas internacionales ya no son suficientes para cubrir la circulación monetaria y funcionar como garantía de nuevos préstamos internacionales.
La salida de divisas ha estado acompañada por un fuerte retiro de depósitos de los bancos. El gobierno decidió volver a colocar fondos de la Anses en los bancos locales. A los monopolios cerealeros, el gobierno les está prometiendo la “corrección cambiaria” para febrero o marzo, cuando comience a liquidarse la próxima cosecha de soja. Mientras prepara una devaluación a término, el gobierno utiliza a la Afip para condenar a los trabajadores y a los pequeños ahorristas a un verdadero corralito en pesos.

El futuro gabinete
La corrida cambiaria tiene un contenido político fundamental, porque apunta a condicionar la composición del próximo gabinete. O sea que después del 53% de los votos obtenidos, la orientación del futuro gabinete sería definida por los “mercados”. El “pliego de reclamos” de los pulpos cerealeros, agroindustriales o financieros excede por mucho a la devaluación: quieren que ésta sea acompañada por una contención de salarios y jubilaciones. Para eso, quieren ver en los ministerios al ala que impulsa un acuerdo con el Club de París (los acreedores internacionales) y el FMI, en detrimento de los que hablan de ‘profundizar el modelo’. En cambio, el ‘ajuste del modelo’ -que exige la banca internacional- pasa por un tarifazo que ponga fin a los subsidios a las privatizadas y que las autorice a contraer nuevos préstamos en el exterior. El nombramiento de un ministro que asegure este programa “podría pegarle un vuelco a las expectativas que gobiernan la demanda de dólares”, señala Clarín (2/11), en un artículo que propagandiza la candidatura de Mario Blejer, ex funcionario del FMI y actual asesor de los K, al Ministerio de Economía. La disputa por el gabinete desatada por una corrida cambiaria es una crisis política, que el gobierno debe resolver antes de asumir un nuevo mandato.
La crisis no es “cambiaria”: antes de su debut, el gobierno de la votación plebiscitaria se enfrenta con una crisis de fondo. La capitulación ante los banqueros y capitalistas significa una confiscación contra los que trabajan y un hundimiento en el pantano de la bancarrota capitalista.
En oposición a ello, planteamos medidas anticapitalistas: control de las operaciones de cambio y apertura de los libros de los bancos y grandes empresas, a cargo de los trabajadores. Prohibición de remesas de utilidades, regalías y préstamos del país. Nacionalización de la banca. Prohibición de suspensiones y despidos. Salario igual a la canasta familiar, vigencia del 82% móvil.

Marcelo Ramal

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