Los Kirchner llenaron un Luna Park con jóvenes y con todos los recursos del Estado. Pero fue un lleno de espaldas a la realidad, porque los jóvenes que rechazan el estipendio estatal se encuentran en otro lado: en los colegios y facultades tomadas, y en las calles. No hay que confundir la movilización regimentada con la independiente: una oscila en torno al capricho oficial y es masa de maniobras de una política capitalista;
la otra tiene su propia agenda y golpea a los poderes del Estado. Ese mismo martes, la juventud estudiantil ocupaba las calles para defender la educación pública de todos los niveles. En unas horas más, esos mismos jóvenes ganarán de a miles la Plaza de Mayo, para denunciar la degradación de la educación de parte de los gobiernos nacional y de la Ciudad. Mientras los Kirchner se empeñaban en organizar a la juventud con el Estado, un masivo movimiento juvenil comienza a levantarse contra ese mismo Estado.
Ocultamiento
Los fuegos de artificio del Luna no fueron un escenario sino una pantalla. Horas antes del acto, el mismo gobierno de la mística setentista había sido levantado en su "nota" por la calificadora de riesgo Standard & Poors. Los asesores de los banqueros saludan "la reducción de la deuda neta, sumado a que entre un 35 y 40% de esa deuda estaría en manos de agencias gubernamentales" (Ambito, 14/9). S&P se refiere a la conversión de buena parte de la deuda externa en una deuda "interna" con el Banco Central o la Anses. La atención a los usureros pasa antes que las reivindicaciones de los jubilados, pero, por sobre todo, reestatiza la deuda externa, al cambiarla por los ahorros acumulados en la Anses y en otras instituciones oficiales. Asistimos a la gran Cavallo: el gurú de triste memoria convirtió a la deuda privada en pública; sus discípulos putativos convierten la deuda con la banca en una deuda con el pueblo trabajador. Esto es lo que entiende el kirchnerismo por aquello de saldar la deuda social. Es, precisamente, lo que saluda la consultora cuando señala también, con aprobación, que el gobierno tiene "alternativas de financiamiento dentro del sector público" (ídem).
Hay que tener en cuenta que el aumento de la recaudación, debido al aumento de los precios, tiene lugar con un dólar ‘planchado', o sea que también aumenta en dólares, la divisa en la que está registrada la mayor parte de la deuda externa. La prórroga por decreto del actual presupuesto, ante el impasse que existe en el Congreso, no es un acto de resistencia "a la derecha", sino un acto de cumplimiento con la banca internacional y nacional.
La Jotapé, antes y ahora
A la luz de esta orientación social, la pretensión de poner en marcha un movimiento juvenil de apoyo al gobierno es, antes que nada, una línea de agresión política contra el movimiento estudiantil. Los K se ponen, en los hechos, del lado de Macri. Es necesario explicar todo esto, con mucha convicción, a los estudiantes que integran la constelación de organizaciones paraoficiales. Los K fueron al Luna para introducir una cuña en el movimiento de lucha de la juventud estudiantil de todo el país. En las facultades de la UBA, la "Cámpora" se ofreció como fuerza de choque de los decanos kirchneristas y de Carta Abierta para levantar las tomas masivas; nuevamente, del lado de Macri. El antídoto más eficaz contra esta tentativa de copamiento, que desarticularía y neutralizaría la lucha estudiantil, es ampliar la movilización al gran Buenos Aires, a toda la provincia y a todo el país.
La política oficial tiene, sin embargo, contradicciones insalvables, pues pretende una movilización de la juventud para apoyar una línea de agresión social, que no podría ser superada con la demagogia anti-derechista. Es así que bastó el rumor de la mencionada operación política de levantamientos de las tomas para que las asambleas estudiantiles multiplicaran su masividad y para que obligaran a los funcionarios jóvenes K a batirse en retirada.
La presidenta dedicó su discurso del Luna a ofrecer su propia versión de los años '70. "Si nos hubiésemos sentado a hablar con la Juventud Sindical (en los '70), el país sería otro", dijo Cristina. Pero esto es lo que intentó hacer la fracción de la JP de la que se reivindican los K, la JP Lealtad, que en esos años coqueteó con la Juventud Sindical, el brazo parapolicial organizado por la burocracia de los sindicatos con el visto bueno de López Rega. De acuerdo a ello, la jotapé setentista debió haberse sumado sin reservas al operativo de regimentación y terror que encabezaban la burocracia sindical y las bandas paraestatales contra los activistas obreros y juveniles. Hebe de Bonafini escuchó este exabrupto sin lanzar un suspiro. La sola idea de un pacto con las bandas asesinas retrata de cuerpo y alma el carácter históricamente contrarrevolucionario del kirchnerismo. Esperamos los comentarios de José Pablo Feinman a esta barbaridad. O sea que, en el acto convocado para reivindicar a la "juventud maravillosa", la presidenta postuló, con efecto retroactivo, el sometimiento de aquella juventud a sus propios verdugos. Pero lo fundamental es que lo hizo cuando la juventud estudiantil sale a las calles esgrimiendo las mejores tradiciones y las mejores reivindicaciones de los '70. Atención, estudiantes: desbaratemos esta maniobra reaccionaria reforzando la unidad y extendiendo la lucha a todos los confines.
Los Montoneros y el ERP no fracasaron por negarse a una alianza con la Juventud Sindical -o sea a una alianza con el terrorismo de Estado y con la burocracia que delataba a los activistas y a los delegados. Esta idea, si se la puede llamar así, es simplemente idiota. Aquellos fracasaron por: 1) ponerse bajo la autoridad de Perón, que retornaba al país para liquidar el espíritu revolucionario que se había desarrollado desde mucho antes del "Cordobazo", el cual éste cristalizó; 2) por emprender una lucha armada minoritaria y de características terroristas, con la pretensión de sustituir a los trabajadores en la lucha por la emancipación social. El foquismo no fue un movimiento revolucionario, cualquiera haya sido el espíritu revolucionario que animó a sus militantes.
Los K quieren "re-peronizar" a una juventud que se ha desperonizado. Se trata, nuevamente, de una empresa contrarrevolucionaria. El peronismo se ha tomado medio siglo para demostrar su incapacidad de sacar a la nación de su descomposición. Los reperonizadores de hoy son los desperonizadores de los '90, cuando todos ellos marcharon con Menem y con Cavallo. Los K hacen este planteo después de la experiencia de la Concertación Plural. Es una pareja de embusteros. Lo que se proponen ni siquiera es una farsa. La juventud rechazará esta estafa con toda energía y labrará de este modo una auténtica personalidad.
"Politización"
Desvalorizar la rebelión juvenil por "politizada" demuestra el alto grado de idiotización de los medios y de los políticos de carrera. La rebelión es la forma más alta de la politización. La politización no es otra cosa que la conciencia de los propios actos: los jóvenes no disfrazan sus objetivos, como hacen los alcahuetes que los critican, sino que los proclaman. En esto reside su cohesión, es decir su fuerza. Combaten al gobierno reaccionario de la Ciudad y con ello ponen de manifiesto el respaldo que le da el kirchnerismo, el coro de la Legislatura -y hasta parece que Pino Solanas. Muy bien por los estudiantes que no se conforman con los relatos que sus profesores les hacen de la Polis griega y quieren poner en la práctica el método de gobierno por asamblea. Los alumnos, como siempre, le propinan una soberana lección a los profesores.
En su desarrollo y definiciones políticas, la rebelión educativa ha sido preparada largamente, como lo demuestran la organización de colegios y la reconquista de la Fuba en los años posteriores al Argentinazo. Sus activistas, por lo tanto, llegan a ella con conclusiones abonadas a lo largo de la experiencia del movimiento estudiantil y de la juventud. Al igual que Paraná Metal y otras luchas obreras, las huelgas docentes de todos los niveles, o las puebladas ambientales, esta intervención popular desenmascara la polarización artificial que se empeñan en sostener los Kirchner y sus opositores, a quienes unen, por encima de sus peleas, la hostilidad común hacia los trabajadores.